PLAN DE VIDA (estatuto)

PLAN DE VIDA
Presentación

A los Miembros de las Fraternidades Nazarenas y a los Hermanos:
Con la presente, deseo entregaros el PLAN DE VIDA de la "Asociación Fraternidades Nazarenas", en cuya elaboración con tanto interés habéis participado.
El título que conlleva "PARA VIVIR EN FRATERNIDAD”, señala un programa claro y de compromiso de vida cristiana, capaz de llevar a la santidad o, como se dice hoy, "a la plenitud de nuestro vivir cristiano".
Como bien sabéis, es fruto de un largo y laborioso trabajo conjunto entre Laicos y Hermanos. Vivió su momento cumbre en el encuentro internacional de Villa Sagrada Familia, de Córdoba, en Argentina, del 10 al 13 julio de 2003.
Me es grato destacar que aquel encuentro sigue siendo no sólo el recuerdo de una experiencia inolvidable de fraternidad y comunión, también es un estímulo a empeñarse con valentía en el mismo ideal que nos dejó el Hermano Gabriel: vivir el Evangelio, como lo vivieron Jesús, María y José en Nazaret.
Hoy, gracias a la colaboración de todas las Fraternidades, el Plan de vida se ha hecho realidad.
Más que un conjunto de normas, pretende ser una garantía y un apoyo a nuestro deseo de vivir un ideal evangélico, que se hace fácilmente accesible, si nos ponemos con humildad y sencillez de corazón, en la escuela de la Sagrada Familia.
Juntos lo hemos trazado, juntos tratemos de vivirlo.
Juntos hemos buscado la profundidad espiritual que encierra, juntos ayudémonos a convertirlo en don para nosotros, para nuestras familias, para la Iglesia y para la sociedad.
Juntos hagamos que este ideal se convierta en manantial de agradecimiento a Dios, siguiendo la enseñanza de Jesús: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te plugo". (Mt 11,25-26).

El Consejo General que el 6 de octubre de 2004 lo aprobó, juzgó significativo que el "Plan de Vida" entre en vigor a partir del 24 de noviembre, día del nacimiento al cielo del Venerable Hermano Gabriel Taborin.
Lo ofrecemos, pues, a todos los que integran hoy la Asociación Fraternidades Nazarenas, y a los que, en el futuro, entrarán en ella. Lo ofrecemos a los Hermanos, porque, juntos y recíprocamente, compartimos la riqueza de dones espirituales del carisma del Hermano Gabriel. Y pidamos al Hermano Gabriel que nos acompañe en el camino que nos llevará unidos a Nazaret, y a través de Nazaret a los caminos del hombre.
Fraternalmente en Jesús, María y José
Fr. Lino Da Campo
Superior General
Roma, 24 de noviembre de 2004

Prólogo

El misterio de Nazaret,
en el que el Hno. Gabriel Taborin te invita a entrar,
te lleva a acoger la Palabra,
como María y José,
y a obrar con humildad y paciencia
en el esfuerzo cotidiano
para que la semilla germine y un día dé fruto.

Comparte el carisma del Hno. Gabriel
que supo hacer fructificar el don recibido
primero en su parroquia de Belleydoux
y luego, con sus Hermanos,
como animador de las comunidades cristianas
mediante la educación, la catequesis
y la ayuda a los sacerdotes.

Déjate guiar por su fe firme,
por su dinamismo apostólico,
por su sentido de Iglesia
y por su constante afán de construir la fraternidad.

Junto con los Hermanos de la Sagrada Familia
vives la espiritualidad nazarena
como camino hacia la santidad;
con ellos caminas en la Iglesia
en recíproco apoyo y colaboración.

En la oración entra en relación intensa con Dios y con todos,
en el trabajo construye con responsabilidad la ciudad de los hombres
en el amor teje una red de contactos personales,
en los que crezca el espíritu de familia,
y tendrás la paz como suma de todos los bienes.

I . Identidad en la Iglesia

1. Origen de las Fraternidades Nazarenas
Las Fraternidades Nazarenas nacen de la irradiación del carisma taboriniano efectuada por los Hermanos de la Sagrada Familia y de la sensibilidad espiritual de algunos laicos que, al entrar en contacto con el carisma del Hno. Gabriel, han visto en él un camino seguro, accesible y actual para vivir la propia vocación a la santidad inspirándose en el misterio de Nazaret.
Es un signo de los tiempos, don del Espíritu a la Iglesia que hemos descubierto en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.
Las Fraternidades Nazarenas se constituyen en Asociación de fieles en la Iglesia, asociada al Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley, en conformidad con el C.D.C. canon 677, 2.
El Consejo General del Instituto, siguiendo una orientación del Capitulo General, del 1989, decidió la creación de la Asociación Fraternidades Nazarenas en su reunión de los días 7 y 8 de enero de 1993. Su existencia y relación con el Instituto están reconocidas en el art. 9 del Directorio General de 1995.

2. El Hno. Gabriel Taborin

El Hno. Gabriel TABORIN es punto de referencia esencial para los miembros de las Fraternidades Nazarenas.
Gabriel participa intensamente, desde muy joven, en la reevangelización de su parroquia natal.
Descubre y es fiel hasta el final a su vocación de religioso Hermano, a pesar de las dificultades que encuentra.
Dirige toda su energía de educador y apóstol a formar "santos para el cielo y buenos ciudadanos para la sociedad".
Invita a acercarse a Nazaret, donde la Sagrada Familia es modelo de todas las virtudes y ayuda para todos.
En su madurez aumenta su sentido eclesial y misionero. Su ideal de vida religiosa y de apostolado brota de una fe profunda que lo impulsa a la oración constante, a sentir la fascinación por la liturgia y a trabajar por el bien de la Iglesia, haciéndole superar las dificultades para mantenerse fiel a su vocación de "Hermano".
Se preocupa sobre todo de fundar un Instituto de Hermanos que, continuando su impulso apostólico, se extiendan por todas partes. Después de varios intentos, inicia la fundación en Belmont en 1835. Trasladada la sede a Belley, el Instituto es reconocido de derecho pontificio por el Papa Gregorio XVI el 28 de agosto de 1841.
En los últimos años de su vida funda también la Cofradía de Santa Ana en su parroquia natal de Belleydoux. Es uno de los signos de su atención al rol de los laicos en la comunidad eclesial.
La Iglesia ha proclamado la heroicidad de sus virtudes el 14-5-1991 declarándolo así un modelo seguro en el camino hacia la santidad.

3. Los Hermanos de la Sagrada Familia

Los miembros del Instituto son todos Hermanos y se llaman con ese nombre. Aun considerando compatible, al ejemplo de su Fundador, la presencia de algunos Hermanos sacerdotes, según el decreto Perfectae Caritatis 10, desean mantener el carácter laical de su presencia en la Iglesia, según su carisma propio.
Los Hermanos tienen por lema: “En la oración, en el trabajo, en la caridad: la paz”. Su espiritualidad y las orientaciones de su apostolado se inspiran en el misterio de Jesús en Nazaret, viviendo en familia con María y José.
Los Hermanos ven en su profesión religiosa la expresión más plena de su consagración bautismal. Su misión se desarrolla sobre todo en la educación, en la animación litúrgica y en la catequesis. Viven en comunidad su ideal de ser Hermanos de Cristo, Hermanos entre sí y Hermanos de todos (V.C. 60).
Los Hermanos son conscientes de que ese ideal de vida y de apostolado, heredado del Hno. Gabriel Taborin y expresado en sus Constituciones, puede ser compartido también por otros miembros del pueblo de Dios.

4. Las Fraternidades Nazarenas

Los miembros de la Fraternidad viven la vocación bautismal en su ambiente (familia, parroquia, puesto de trabajo), según el carisma nazareno del Hno. Gabriel, para irradiarlo en la Iglesia y en el mundo. En la propia condición de vida, los miembros de estos grupos se comprometen a vivir el Evangelio en la cotidianidad de los actos sencillos. El trabajo, la oración, la fraternidad vividos en Nazaret, son la constante en su orientación espiritual.
En las Fraternidades se comparte la vida y la oración, se crece en la fe y la esperanza.
Cada miembro es corresponsable de la vida y vitalidad de su Fraternidad.
Cada Fraternidad está unida a una Comunidad religiosa de los Hermanos; para mantenerse estable y dinámica, tendrá una organización propia, como se indica más adelante.
El Superior General del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia garantiza, en última instancia, la fidelidad de la Asociación al carisma del Hno. Gabriel y a la Iglesia.
La pertenencia a la Asociación no es incompatible con la adhesión a otros grupos eclesiales.
Cada una de las Fraternidades o la Asociación en cuanto tal, pueden incorporarse a la ASOCIACION UNIVERSAL DE LA SAGRADA FAMILIA.

5. Los miembros de las Fraternidades

El carisma y la misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia pueden ser vividos por diversos grupos y personas. Entre ellos está la Asociación Fraternidades Nazarenas.
Esta Asociación está abierta a todo cristiano que desee seguir de cerca a Cristo según la espiritualidad nazarena del Hno. Gabriel Taborin.
Pueden existir diversos grados de participación en ella: comprometidos formalmente, participantes en formación, personas en proceso de acercamiento.
La participación es abierta, y no siempre es presencial en todas las actividades propuestas por la Fraternidad (retiros, jornadas, reuniones, celebraciones, etc).”
Para entrar en la Fraternidad Nazarena, el interesado hará una petición de admisión por escrito como se indica más adelante.

II . Espiritualidad de las Fraternidades

6. Espiritualidad nazarena

La dimensión espiritual de toda persona encuentra en la revelación gratuita de Dios, propia de la fe cristiana, una llamada a entrar en diálogo y comunión con él. La espiritualidad nazarena subraya algunos rasgos de la vida cristiana. Es una espiritualidad:
- Trinitaria, porque la Sagrada Familia no puede ser comprendida sin la referencia a la Trinidad de la cual es icono vivo.
- Familiar, porque la Fraternidad, reuniéndose en torno al primer núcleo constituido por José y María con Jesús, aprende la comunicación y el diálogo.
- Misionera, porque todo bautizado está invitado a formar la familia de Dios, la Iglesia y a construir el Reino, como lo hizo la familia de Nazaret.

7. Espiritualidad de las Fraternidades

La espiritualidad de las Fraternidades Nazarenas, como la del Hno. Gabriel y la de los Hermanos de la Sagrada Familia, brota del misterio de la salvación revelado por Dios ya en Nazaret.
Con los Hermanos, los miembros de las Fraternidades reconocen en la Sagrada Familia de Nazaret la más perfecta realización en la tierra de la comunidad de amor que es la Santísima Trinidad.
Ponen de manifiesto su voluntad de servir a Dios y a los hombres, viviendo el misterio de Cristo en su vida de familia con María y José.
Buscan amorosamente el profundizar cada vez más en el misterio de la salvación revelado en Nazaret. Su espiritualidad tendrá siempre como punto de referencia la vida de Jesús, María y José, como "familia". Aprenden a meditar y a vivir el Evangelio a la luz del misterio de Nazaret, donde Jesús empezó a cumplir lo que más tarde había de predicar.
En síntesis, las Fraternidades proponen un camino de fe que se recorre no individualmente, sino con otros hermanos y hermanas, y este camino tiene:
- Unos modelos vivos de identificación: la Sagrada Familia de Nazaret y el Hno. Gabriel Taborin
- Un estilo de vida: inspirado en el espíritu de familia
- Un método de acción: orar, trabajar y amar como en la familia de Jesús, José y María, construyendo con otros la paz.
- Un objetivo: responder a la llamada universal a la santidad.

8. Perfil del laico cristiano según el Hno. Gabriel

A partir de los escritos del Hno. Gabriel y de su experiencia de vida se puede trazar el perfil de un laico cristiano con los siguientes rasgos característicos:
- una fe fuerte y en constante crecimiento;
- un gran sentido de participación en la vida de la parroquia y de la Iglesia;
- una intensa vida de oración;
- una vida cristiana coherente en todas sus dimensiones;
- una santidad de vida buscada en la condición de vida de cada uno;
- con una espiritualidad que encuentra su modelo y apoyo en la humilde casa de Nazaret con Jesús, María y José;
- viviendo el "espíritu de familia";
- y con la generosa disponibilidad a "toda clase de buenas obras" cuyo objetivo es la comunión eclesial y la solidaridad humana.
Los miembros de la Asociación tratan de integrar estas características propias en las orientaciones que la Iglesia da a todos los fieles laicos.
9. En la vida de cada día
La espiritualidad nazarena anima y da una tonalidad particular a la vida cristiana de los miembros de las Fraternidades en todos sus aspectos: eclesial, familiar, profesional, social, y en la misión compartida.
Se trata de una espiritualidad de la vida cotidiana, de una espiritualidad doméstica, en la que siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret la santidad se realiza no por grandes obras o grandes gestos, sino por la fidelidad en las responsabilidades diarias, asumiéndolas con alegría y sencillez de corazón, sirviendo a los más pequeños y en los detalles que suelen pasar desapercibidos.
La profundidad y consistencia de nuestra espiritualidad se juega en esta entrega a lo que Dios pide aquí y ahora, día a día.

a) En Nazaret se oraba

10. Vida de oración

La oración es esencial para la existencia cristiana y para la vitalidad de la Asociación.
Vale también para la Asociación lo que el Hno. Gabriel dijo para el Instituto de los Hermanos: "La oración ha sido la piedra angular de nuestro Instituto; ella será también una de las columnas más sólidas para sostenerlo" (N.G. p. XXVIII).
La oración lleva a la comunión con Dios, intensifica los vínculos entre los miembros de la Asociación y une a todos los hombres.
Los miembros de las fraternidades aman y practican de modo particular la oración litúrgica.
En su amor a la Eucaristía, "fuente y cima de toda vida cristiana" (L.G.11), los miembros de la Asociación se inspiran en el Hno. Gabriel. Para él la Eucaristía tiene un puesto de primer orden en la vida cristiana y por lo tanto fue motivo determinante de su vida espiritual y de la fundación del Instituto.
Las Fraternidades están atentas a la vida de oración y para ello animan a sus miembros a la oración personal y comunitaria. Procuran ofrecer una formación bíblica que ayude a encontrar la Palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia del cristiano

11. Frecuentando Nazaret

La invitación del Hno. Gabriel: "El corazón de un cristiano... debería estar con frecuencia bajo el humilde techo de Nazaret" (N.G. 607), es una indicación fundamental.
El misterio de Nazaret nos enseña algunas dimensiones esenciales de la vida cristiana:
- La nueva familia de Jesús es más amplia que la natural, porque Él mismo la abre a todos los discípulos en cuanto hijos del mismo Padre.
- El Evangelio es vivido antes de ser proclamado.
- La fraternidad se construye con la colaboración de todos en una atmósfera de sencillez y de normalidad.
- Contemplando Nazaret, aprendemos también cómo colaborar en la construcción de una Iglesia más sencilla y abierta y de una sociedad más humana, justa y fraterna.
Algunos medios concretos para entrar en el misterio de Nazaret son:
- Vivir intensamente los tiempos litúrgicos de Adviento y de Navidad
- Celebrar de manera especial la fiesta de la Sagrada Familia
- La lectura meditada de la Palabra de Dios personalmente y en la Fraternidad
- La invocación frecuente de Jesús, María y José
- La presencia del cuadro de la Sagrada Familia en el lugar de reunión de la Fraternidad y en el hogar de cada uno de sus miembros.

b) En Nazaret se trabajaba

12. Testigos y apóstoles

El Espíritu Santo enriquece con dones siempre nuevos a la Iglesia, enviada por Cristo para ser testigo del amor salvífico del Padre.
Las Fraternidades participan del don suscitado en la Iglesia por el Espíritu Santo mediante el Hno. Gabriel y ayudan a cada uno de sus miembros a asumir y vivir, según este carisma y la índole secular propia de los laicos, su misión de testigo y evangelizador recibida en el bautismo y en la confirmación.
Viviendo la misión se participa activamente en la construcción del Reino de Dios, se crece espiritualmente y se aumenta la vitalidad de la Asociación.
Todos los miembros de las Fraternidades viven su vocación en la propia condición de vida, pero intentando ser un reflejo luminoso y un testimonio del amor, de la comunión, de la corresponsabilidad y del diálogo, que son las características peculiares de la Sagrada Familia de Nazaret y puntos fundamentales de la espiritualidad taboriniana.

13. En la familia

La familia, iglesia doméstica, aun en sus situaciones de dificultad y de fragilidad, es el primer campo de apostolado para cada miembro de las Fraternidades.
Los padres se entregan a la educación de sus hijos con el mismo amor que María y José a la de Jesús.
Los hijos aprenden a crecer, como Jesús, "en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52); ayudan a la familia a ser comunidad evangélica que se hace también evangelizadora por el testimonio de su caridad. En un mundo plural como el actual, se hace necesario, junto con el ejemplo y la educación cristiana, el respeto a la libertad y alteridad de los hijos.
La oración en familia ayuda a "crear familia" y a vivir plenamente el significado profundo del “Padre nuestro”.
Quienes no viven insertos en un núcleo familiar, tienen abierta la puerta más grande de la familia de la Iglesia, que se concreta algunas veces en la parroquia. La Fraternidad Nazarena es también para sus miembros “casa y familia”.

14. En el trabajo

El trabajo, en su dimensión humana y cristiana, es un camino de santidad propio de los laicos. Es misión del laico vivir en el mundo, trabajar en el, santificarlo y transformarlo según el proyecto de Dios.
La Sagrada Familia es en Nazaret un modelo de laboriosidad. Los miembros de las Fraternidades encuentran en ella al Hijo de Dios, que con María y José “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, amó con corazón de hombre” (G.S. 22).
En Nazaret, mediante el trabajo, se aprende a colaborar con el Dios creador para dar al mundo un rostro más humano y fraterno, configurándolo con los valores del Evangelio.
Los miembros de las Fraternidades pueden compartir de diversos modos las actividades de la misión del Instituto.

15. En la Fraternidad

La Fraternidad en la que uno está integrado es otro campo privilegiado para vivir la misión.
Cada uno se interesa por la vida y el trabajo de los otros miembros de la Fraternidad.
Con respeto, delicadeza, amor, discreción y generosidad se intercambian la ayuda y apoyo.
Mutuamente se busca tomar conciencia de la propia misión en las condiciones concretas de vida de cada uno.
El testimonio y la oración de los miembros ancianos y enfermos son tenidos en gran consideración porque están asociados a la fecundidad redentora de la cruz de Cristo.

16. En la Iglesia

Como el Hno. Gabriel, los miembros de las Fraternidades deben ser particularmente sensibles a las necesidades de la Iglesia local a la que pertenecen (parroquia, diócesis, organismos eclesiales) y están disponibles a colaborar en la animación de la liturgia, de la catequesis, y en los proyectos solidarios, et
Es oportuno, sin embargo, cultivar siempre, como también lo hizo el Hno. Gabriel, una sensibilidad misionera, que puede tener varias manifestaciones concretas. Los miembros de las Fraternidades pueden participar en determinadas acciones misioneras en las obras del Instituto.

17. En la sociedad

En ambiente social en que viven, los miembros de las Fraternidades tratan de ser testigos del Evangelio, obrando con la lealtad, la solidaridad, el espíritu de servicio y la fuerza que da la fe.
El carisma apostólico del Hno. Gabriel esta abierto a "toda clase de obras buenas" en el ámbito social y eclesial. La Fraternidad ayuda a discernir las opciones concretas que se pueden realizar concretamente y acompaña el compromiso de sus miembros desde la oración, el estímulo y la solicitud.
La formación de los jóvenes, la catequesis y la liturgia son objeto de particular atención y compromiso.

c) En Nazaret se amaba

18. Vivir el “espíritu de familia”

Con los Hermanos de la Sagrada Familia, los miembros de las Fraternidades contribuyen a realizar el Reino de Dios mediante el espíritu propio del Instituto que es el “espíritu de familia”.
Este espíritu tiene como punto de referencia los lazos vitales que unían a los miembros de la Sagrada Familia de Nazaret y cuyo origen está en la Trinidad divina.
Del mismo modo que el Verbo Encarnado llevó a cabo la unión familiar perfecta, así la Palabra de Dios abrirá a los miembros de las Fraternidades a la plenitud de la paz por medio del amor, la oración y el trabajo para construir permanentemente su Fraternidad.

El espíritu de familia al que estamos llamados:
- es principio de estabilidad y de unidad para las Fraternidades y para la Asociación;
- anima las relaciones mutuas;
- lleva a una atención especial hacia los miembros de las Fraternidades que se encuentran en dificultad y a ayudarlos con discreción y delicadeza;
- crea una constante confianza en el diálogo;
- caracteriza el estilo de acción de los miembros de las Fraternidades y los guía en la misión;
- ayuda a reforzar los vínculos de la solidaridad;
- es fuente de vida y de libertad ;
- invita a la humildad y a una sencillez de vida y de medios.
En palabras del Hno. Gabriel:
"El espíritu de cuerpo y de familia contribuye en gran manera ,queridos Hermanos,a la dicha, a la prosperidad y a la fuerza de una Congregación religiosa...Nace de la caridad y, en consecuencia, de Dios que es la caridad misma. Todos los miembros que forman una Congregación en la que de verdad exista ese espíritu, tienen un solo corazón y un alma sola; se aman y se ayudan mutuamente, comparten las alegrías y las penas, los éxitos y los fracasos de todos; las atenciones recíprocas y una entrañable fraternidad, unifica los espíritus y caracteres más diversos; ... y Dios reina sobre todos. Así se encuentran la paz, la satisfacción y todas las virtudes". (Circular nº 21, del 2/07/1864)

III. Formación para vivir en fraternidad

19. Camino de formación inicial

La Fraternidad es una realidad viva y como tal debe mantenerse. Cada una de ellas preocupa, pues, de promover el crecimiento y la maduración de sus miembros a la luz del misterio de Nazaret, ofreciendo a todos una formación idónea y un apoyo coherentes con el espíritu de familia, la espiritualidad y la misión del carisma del Hno. Gabriel Taborin, para participar de su herencia espiritual.
La llamada a entrar en la Fraternidad Nazarena parte de una experiencia existencial o búsqueda personal actuada por el Espíritu.
El período de formación inicial o de preparación se lleva a cabo desde el momento en que una persona entra en el grupo. Se realiza en los tiempos y modalidades establecidos por la misma Fraternidad y el Hermano Asesor.
El período de discernimiento para el compromiso es un tiempo de conversión y de reflexión a la luz del Espíritu.
Después de un oportuno período de experiencia en una Fraternidad, el interesado puede hacer la petición escrita y motivada al Hermano Provincial pidiendo realizar su compromiso en la Fraternidad. Cuando la persona es admitida a hacer el compromiso, lo pronuncia por un año y puede renovarlo anualmente. Quien desee comprometerse para siempre, debe haber vivido el compromiso al menos durante tres años seguidos.
La interrupción del compromiso, se realiza también mediante petición escrita al Hno. Provincial.

20. El compromiso en la Fraternidad

La entrada oficial de una persona en una Fraternidad se hace en un acto comunitario, cuidadosamente preparado, durante el que se expresa el compromiso por parte de la persona y la acogida por parte del Instituto.
La fórmula del compromiso es la siguiente: En presencia de esta asamblea, y ante ti Hno. Provincial ( o Hno. N. delegado del Hno. Provincial) yo, N. ... me comprometo ( por un año/ por siempre) a vivir el Evangelio y a trabajar en la Iglesia por el Reino de Dios, inspirándome en la Sagrada Familia de Nazaret y viviendo el espíritu de familia en mi estado de vida, en conformidad con el Plan de vida de la Asociación Fraternidades Nazarenas. Que Jesús, María y José y el venerable Hno. Gabriel Taborin me ayuden a ser fiel al compromiso que hoy hago libremente.
En el acto pueden introducirse gestos significativos, según las circunstancias y lugares.
La fórmula del compromiso puede ser completada con otras expresiones aprobadas por quien lo recibe. Estas expresiones pueden contener incluso una consagración laical mediante la cual la persona asume los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para vivirlos en su estado de vida laical.
La copia firmada del compromiso se guarda en el archivo de la Provincia y se inscribe a los nuevos asociados en el registro de miembros de la Asociación Fraternidades Nazarenas.
Por el compromiso, la persona, miembro de la Fraternidad, asume el presente Plan de vida de la Asociación y pasa a ser miembro asociado del Instituto y como tal participa en su vida, se mantiene en contacto vivo con él mediante la información, la comunicación, la participación y colabora según sus posibilidades.
Por su parte el Instituto lo acoge y se compromete a compartir su vida (su carisma, su espiritualidad, su misión, sus bienes espirituales) y a prestarle ayuda espiritual y material en el desarrollo de su vida cristiana, en la medida de de las posibilidades y a juicio de los Superiores.

21. Formación permanente

Después del compromiso viene el tiempo de formación permanente que, a través de varias etapas, dura toda la vida.
La formación de los miembros de la Fraternidad, se nutre de la Sagrada Escritura, de las enseñanzas de la Iglesia, de los documentos del Instituto y de la reflexión sobre los signos de los tiempos y los acontecimientos de la vida ordinaria.
La formación permanente se realiza en conformidad con las orientaciones propuestas en el Plan de Formación de las Fraternidades Nazarenas.
En plena adhesión al carisma taboriniano, el laico miembro de la Fraternidad realiza su camino de santidad y su apostolado de la manera que le es más connatural, teniendo en cuenta sus condiciones de vida, de familia y de profesión.

IV . Organización de las Fraternidades Nazarenas

22. La Fraternidad, unidad vital de la Asociación

La Fraternidad Nazarena, constituida por laicos que han hecho la opción de vivir la propia vocación según el espíritu del Hno. Gabriel Taborin, es la unidad vital de la Asociación Fraternidades Nazarenas.
Cada Fraternidad expresa sus características propias en un Proyecto de Vida. Para elaborar su contenido se tienen en cuenta estas orientaciones:
- Indicar cómo vivir las principales dimensiones de la espiritualidad nazarena: oración, trabajo, amor.
- Distribuir las responsabilidades dentro de la Fraternidad
- Programar las reuniones y actividades comunitarias, los lugares y tiempos de encuentro y de celebración.
- Organizar la formación cristiana y de identidad Nazarena.
- Determinar la misión dentro y fuera de la Fraternidad Nazarena.
- Establecer las medidas económicas necesarias para la vida de la Fraternidad y algún modo de compartir bienes entre sus miembros.
Cada año se evalúa el Proyecto de Vida y se procede a su “aggiornamento”.
El Proyecto de vida es ratificado por el Hermano Provincial.

23. Estructura de la Asociación

La Asociación Fraternidades Nazarenas se articula en diferentes niveles:
- La Fraternidad Nazarena: es la primera célula de la Asociación; desarrolla su vida y su misión unida a una comunidad y/o a una Provincia del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia;
- Las Fraternidades Nazarenas que hacen referencia a una Provincia religiosa de los Hermanos, tienen entre sí una coordinación.
- La Asociación Fraternidades Nazarenas: es el conjunto de todas las Fraternidades y se rige por el presente Plan de vida. Aunque dispersa en varios países forma una sola familia.

24. Los Animadores y los Coordinadores de las Fraternidades

La Asociación cuenta con un Coordinador .
Cada uno de los grupos de Fraternidades que hace referencia a una Provincia religiosa de los Hermanos, tiene también su Coordinador.
Estos, junto con el Coordinador de la Asociación y el Delegado del Superior General forman el Consejo de la misma.
El Coordinador de la Asociación y los de las Provincias son nombrados respectivamente por el Superior General y por el Hno. Provincial, el primero a propuesta del Consejo de la Asociación y los segundos a propuesta de las Fraternidades de la Provincia entre los miembros que hayan hecho el compromiso.
Cada Fraternidad Nazarena tiene un Animador y un equipo animador elegidos por los miembros de la Fraternidad que han hecho el compromiso. De él forma parte el Hno. Asesor.
El Animador es el impulsor de la vida y actividades de la Fraternidad.
El Hno. Asesor es el nexo entre la Fraternidad y la Comunidad religiosa de los Hermanos.
El servicio de los Coordinadores y de los Animadores es de tres años y pueden ser siempre reelegidos.

25. Las funciones de los Coordinadores y Animadores son:

En las Fraternidades:
El Animador y su equipo, en colaboración con todos los miembros de la Fraternidad y en comunión con el Hno. Asesor:
- favorecen el conocimiento mutuo y la fraterna solidaridad entre los miembros de la Fraternidad;
- coordinan la realización del Proyecto de vida;
- aportan su contribución en los encuentros promovidos por el Instituto;
- dan a conocer al Instituto el camino que siguen las Fraternidades, sus propuestas, sus esperanzas;
- conservan los documentos y textos que sirven para la formación;
- evalúan las iniciativas de la Fraternidad, para que pueda cumplir mejor los objetivos que se propone;
- ofrecen la colaboración de algún miembro de la Fraternidad a la Iglesia local.
Coordinación Provincial
Las fraternidades que hacen referencia a la misma Provincia religiosa de los Hermanos cuentan con un Coordinador ayudado por otras dos personas designadas por las Fraternidades, entre los miembros que hayan hecho el compromiso, más un Hno. Delegado por el Hno. Provincial. Su misión es:
- Mantener la unidad de las Fraternidades.
- Promover actividades concretas a nivel provincial.
- Preparar una reunión anual de encuentro, formación y compromiso, siempre que sea posible.
- Mantener contactos con los Superiores del Instituto y con las Fraternidades de otras Provincias.
Coordinación de la Asociación
El Coordinador de la Asociación, con su Consejo:
- Mantiene la comunicación e información entre las Fraternidades.
- De acuerdo con el Superior General y su Consejo, convoca y prepara normalmente cada seis años, un encuentro internacional de las Fraternidades con el fin de:
- Promover la vida y comunión entre las Fraternidades
- Revisar el cumplimiento del Plan de vida de la Asociación.
- Tratar algún tema de formación de interés para las Fraternidades.

26. Los responsables por parte del Instituto:

El Superior General del Instituto es el primer responsable de la Asociación. Es él quien:

- aprueba, interpreta y modifica el Plan de vida de la Asociación después de un proceso que tenga en cuenta las aportaciones y sugerencias de las Fraternidades;
- toma las decisiones en última instancia para bien de la Asociación;
- garantiza que el genuino espíritu del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia es mantenido e incrementado en la Asociación;
- designa a un Hermano Delegado para toda la Asociación;
- nombra al Coordinador de la Asociación, a propuesta del Consejo de la Asociación y oído el parecer de los Hermanos Provinciales.
El Hermano Provincial es el responsable de las Fraternidades que hacen referencia a su Provincia religiosa. A él corresponde:
- admitir oficialmente a cada persona a pronunciar o renovar su compromiso en la Fraternidad al término del período de preparación;
- designar a un Hermano Delegado para las Fraternidades de su Provincia y a uno o más Hermanos Asesores para cada Fraternidad.
El Hermano Provincial, antes de nombrar a los Hermanos Asesores, escucha la opinión de los Animadores de las Fraternidades, quienes le transmiten el sentir de los miembros de las mismas.

27. El Plan de vida de la Asociación

El Plan de vida de la Asociación propone un modo concreto de vivir el Evangelio participando en la espiritualidad del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia y define las relaciones entre la Asociación Fraternidades Nazarenas y el Instituto.

Aprobado por el Consejo General el 6/10/2004.
Entra en vigor el 24 de noviembre de 2004

SIGLAS EMPLEADAS:
N.G. Nuevo Guía (del Hno. Gabriel Taborin)
Circ. Circulares a los Hermanos de la Sagrada Familia (del Hno. Gabriel Taborin)
L.G. Lumen Gentium (del Concilio Vaticano II)
G.S. Gaudium et Spes (del Concilio Vaticano II)
V.C. Vita Consecrata (de Juan Pablo II)
C.D.C. Codigo de Derecho Canónico

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GUIA DE FORMACION

1
J. M. J.
“PARA FORMARSE A VIVIR EN FRATERNIDAD”
GUÍA DE FORMACIÓN DE LAS FRATERNIDADES NAZARENAS
Roma 2007

2
“PARA FORMARSE A VIVIR EN FRATERNIDAD”
PRESENTACION
La Guía de formación de las Fraternidades Nazarenas lleva como título “Para formarse a vivir en
Fraternidad”. Se ha querido así, ya desde el principio, hacer referencia al Plan de vida de las Fraternidades, que es su texto de orientación fundamental y lleva por título “Para vivir en Fraternidad”.
Para redactar esta Guía de formación se ha tomado como punto de partida, la Guía de formación de los Hermanos de la Sagrada Familia (1998), pero tratando de adaptarla a las condiciones de vida de los seglares. La motivación es clara: religiosos y seglares compartimos la misma espiritualidad, pero vivida en la Iglesia desde dos estados de vida distintos. Existe, pues, una base común, pero al mismo tiempo diversificada en sus expresiones, y por tanto también en los caminos de formación. Esto puede facilitar también las experiencias compartidas de formación entre los miembros de las Fraternidades y los Hermanos.
Para elaborar esta Guía se han tenido en cuenta las orientaciones de la Iglesia y del Instituto, las
indicaciones dadas por el plan de vida “Para vivir en Fraternidad” y los aportes de las fraternidades de los distintos países. Ha estado también presente la experiencia realizada por varias ellas durante los últimos años. Todo ello ha permitido proyectar un itinerario suficientemente amplio para ser compartido por todos.
Esta Guía de formación lleva como Anexo una antología de textos de nuestra espiritualidad titulada “Palabras para un camino”. En ella se puede ver tanto el fundamento de la espiritualidad del Instituto, como su evolución a lo largo del tiempo, hasta llegar a las expresiones actuales, que invitan a proseguir el camino de expresar en nuevas formas esa espiritualidad, siendo fieles a sus intuiciones fundamentales.
La Guía de formación de las Fraternidades Nazarenas Para formarse a vivir en Fraternidad ha sido
aprobada por el Consejo General en su reunión del 14 al 19 de mayo de 2007.

Capítulo I

EL SIGNIFICADO DE LA FORMACIÓN

La persona es un ser en relación, llamado a la comunión con las demás personas, consigo misma y con
Dios, en armonía con la naturaleza y con la cultura en que vive.
La formación es un proceso gradual, continuo y unitario, personal y comunitario, de crecimiento.
La formación cristiana es el camino que sigue cada uno para realizarse como persona, configurándose
con Jesucristo mediante la respuesta al don y a la llamada recibidos en el bautismo.
La formación propia de los miembros de las Fraternidades Nazarenas tiene como punto esencial de
referencia el misterio de Jesús, María y José, viviendo como familia en Nazaret, mediante la asimilación
progresiva del carisma del Hermano Gabriel Taborin.
Este itinerario formativo se orienta al desarrollo de la propia vocación, que es llamada amorosa de Dios
y respuesta libre y generosa del hombre; éste cual se propone, como Jesús, hacer la voluntad del Padre
dejándose guiar por el Espíritu Santo.
La acción formativa es, pues, una participación en la acción del Padre que, mediante el Espíritu Santo,
transforma progresivamente a las personas a imagen de su Hijo.
1. LOS OBJETIVOS DE LA FORMACIÓN
La formación de los miembros de las Fraternidades Nazarenas tiende:
- a formar personas en quienes se unan equilibradamente los valores humanos y cristianos;
- a promover la unidad de vida, para lograr hombres y mujeres verdaderamente libres y maduros en
Jesucristo, capaces de construir la fraternidad;
- a realizar la unidad entre el proyecto personal de vida y el que comparte con las Fraternidades
Nazarenas y con el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia.
1) Promover el seguimiento de Jesucristo.
El objetivo central, que ilumina y orienta todo el proceso formativo de la Fraternidad, es promover la
unión y configuración con Cristo, según el carisma del Hno. Gabriel.
Teniendo en cuenta que la vida cristiana consiste en el seguimiento de Jesús tal como se propone en el
Evangelio, la formación pretende favorecer ese proceso de seguimiento de Jesús en su entrega total al Padre y a
la construcción del Reino.
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En conformidad con el carisma propio, este proceso va adquiriendo unos rasgos característicos, que se
inspiran en la vida de Jesús en Nazaret con María y José. La Sagrada Familia se convierte así, como ocurrió en
la vida del Hermano Gabriel, en el modelo y fuente de inspiración, que unifica y orienta toda nuestra existencia
personal.
La formación acompaña la respuesta de los miembros de las Fraternidades quienes, en cuanto laicos,
están llamados a participar en la misión de Cristo, sacerdote, profeta y rey (Cf. L.G. 33 -36) con la fuerza y las
características del propio carisma.
2) Vivir la comunión en la Iglesia
El seguimiento de Jesucristo se realiza en la comunión eclesial. “En la Iglesia-comunión, los estados
de vida están de tal modo relacionados entre sí, que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común —
mejor dicho, único— su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad
cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y
complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisonomía, y al mismo
tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio” (CHL 55; Cf. LG.31)
La formación, en su aspecto eclesial, tiene como objetivo permitir a los bautizados "comprender y amar
su pertenencia a la Iglesia, y descubrir más fácilmente el sentido de su propia vocación" (C 155).
Este aspecto de la formación tiene tanto para los Miembros de la Fraternidades como para los
Hermanos unas características peculiares, inspiradas en la experiencia y sentido eclesial del Hermano Gabriel
Taborin. A través de todo el itinerario formativo se va desarrollando el sentido de Iglesia y el amor
comprometido hacia la misma, tal como él los vivió. Su manera sencilla y entregada de servir a la Iglesia
inspira a los Hermanos y a los miembros de las Fraternidades en las diferentes etapas de la formación.
Así, ayudándonos a crecer según nuestra propia identidad carismática, el itinerario formativo sirve a
toda la comunidad eclesial. Ésta se enriquece a medida que se desarrolla en su seno el don que el Espíritu Santo
hizo un día a nuestro Fundador.
3) Asimilar el carisma del Hno. Gabriel
El carisma dado por el Espíritu Santo al Hno Gabriel Taborin es un don para toda la Iglesia. La
formación ayuda a conseguir la identificación progresiva de las personas con el proyecto de vida de las
Fraternidades Nazarenas y con el del Instituto de los Hermanos. Ambos actualizan y desarrollan a lo largo del
tiempo el carisma del Hermano Gabriel.
Cada miembro de las Fraternidades va descubriendo que el plan de vida “Para vivir en Fraternidad” es
su propio proyecto, y lo va aceptando progresivamente como suyo. Va así profundizando cada día más en su
propia identidad personal como cristiano, en un proceso de interiorización del carisma.
La formación ayuda en el camino de descubrimiento y de experiencia de nuestra espiritualidad propia.
De esta manera cada día lleva consigo un acercamiento mayor al "misterio de Nazaret, donde Jesús comenzó a
cumplir lo que más tarde había de predicar" (C 7). El Evangelio, contemplado desde Nazaret y desde la
experiencia del Hermano Gabriel, se va convirtiendo así en la norma suprema de vida y va transformando
desde dentro la propia existencia.
Igualmente, la formación permite descubrir como propio "el espíritu de familia, núcleo vital de la
espiritualidad de los Hermanos" (C 14) y de las Fraternidades (PVF 7), y ayuda a que toda la existencia
personal, la vida familiar y comunitaria y la actividad apostólica se vayan empapando de él.
4) Preparar para la misión
Objetivo de la formación es preparar para la misión, es decir, para continuar la misión de Jesús,
actualizada y vivida según nuestro carisma en el estado de vida laical. “A los laicos pertenece por propia
vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el
siglo, es decir, en todas y a cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias
de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a
cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura,
contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás,
brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy en especial,
corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de
tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria
del Creador y del Redentor.” (LG 31)
La formación para la misión se realiza con la mirada puesta en Nazaret, donde Jesús, María y José
vivieron disponibles a la voluntad salvadora del Padre. Se sigue igualmente el ejemplo del Hermano Gabriel
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Taborin, que vivió siempre en actitud abierta a las necesidades de la Iglesia de su tiempo, sobre todo en la
educación cristiana, la catequesis y la animación de la liturgia.
5) Renovar permanentemente la Asociación Fraternidades _azarenas
El plan de formación pretende ser fuente de renovación permanente para todos, permitiendo a cada
Fraternidad y a la Asociación entera progresar en la fidelidad a la voluntad de Dios y a las necesidades de la
Iglesia y del mundo.
La Asociación, consciente de la importancia de la formación, dedica sus mejores energías a garantizar a
sus miembros una formación de calidad, adaptada a su vida y a su misión.
Todos los miembros de las Fraternidades, a su vez, viviendo con autenticidad su propio proceso
formativo, procuran que el carisma del Hermano Gabriel siga desarrollándose y atraiga nuevos candidatos
dispuestos a vivirlo y actualizarlo.
2. LAS DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN
La formación es un proceso unitario y armónico, que abarca a toda la persona en los distintos aspectos
de su vida cristiana. El itinerario formativo de los miembros de las Fraternidades atiende a cada una de las
dimensiones de la formación.
1) Dimensión personal
La formación tiende a desarrollar fundamentalmente los siguientes valores personales:
- el conocimiento objetivo y la aceptación de la propia persona, en su condición de hombre o de mujer,
la confianza en sí mismo y en sus posibilidades de crecimiento;
- la apertura a un ideal de vida unificador y motivador, que permita un desarrollo armonioso de sus
facultades y el cultivo de las virtudes naturales;
- el crecimiento en la libertad y la responsabilidad, para llegar a ser una persona capaz de superar sus
miedos e inseguridades y abrirse a un proyecto de vida centrado en el amor;
- la capacidad de superar con alegría las dificultades y problemas que surgen a lo largo de la vida,
sirviéndose de ellos para madurar desde la experiencia.
2) Dimensión comunitaria
La formación ayuda a madurar en:
- la conciencia ser amado por Dios y la capacidad de amar sin límites, como persona a la que Cristo ha
liberado y ha hecho capaz de amar como Él;
- la apertura al otro, aceptándolo y acogiéndolo en su realidad personal;
- la capacidad de crecer en el diálogo, la confianza y la amistad, encontrando el equilibrio afectivo
indispensable para vivir en comunión fraterna;
- la superación del egoísmo y el afianzamiento en un amor desinteresado a todos, especialmente los más
cercanos y los más necesitados;
- la disponibilidad para construir una fraternidad animada por el espíritu de familia y por las virtudes
propias de nuestra espiritualidad nazarena.
- el sentido de pertenencia a la familia humana para construir con todos el Reino de Dios.
3) Dimensión cultural
Siguiendo a Jesucristo, que en su encarnación asumió la naturaleza humana sin destruirla, y vivió la
realidad religiosa, cultural y social de su pueblo, el camino de formación debe estar bien inculturado. Debe
tener presente que el proceso de inculturación pone a cada cultura en diálogo con el Evangelio, de manera que
éste se encarne en la cultura de un pueblo y a su vez se exprese a través de ella. La formación contribuye:
-Al crecimiento en los valores de la propia cultura, para construir y desarrollar armónicamente su
personalidad.
- A la búsqueda de los medios más adecuados para encarnar y expresar el Evangelio y el carisma en las
diversas culturas.
-Al reconocimiento y superación de los límites que toda cultura tiene a la luz del Evangelio.
-A la apertura a otras culturas, y a la dimensión universal de situaciones y problemas.
4) Dimensión cristiana
Partiendo de la realidad bautismal, que hace del hombre una criatura nueva, la formación promueve el
crecimiento en los valores cristianos que derivan del compromiso bautismal. De un modo particular ayuda a
desarrollar:
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- una vida de fe, esperanza y caridad, abierta a acoger con humildad y confianza los dones que nos
vienen de Dios, y a responder generosamente desde la propia realidad;
- una síntesis entre las dimensiones intelectual, experiencial y celebrativa de la fe, en integración
armónica con el conjunto de las experiencias de la persona;
- la capacidad de cultivar el encuentro personal y cordial con el Señor en la Palabra, en la oración y en
los sacramentos;
- la actitud de búsqueda y aceptación de la voluntad del Padre en las circunstancias concretas de la vida,
profundizando en la sabiduría de la cruz;
- una apertura a la comunidad cristiana, donde cada uno crece en comunión con los demás hacia "la
unidad que crea el Espíritu" (Ef 4,3);
- la disponibilidad para reconocer a Cristo en los demás y acudir en ayuda de sus necesidades;
5) La dimensión laical
La formación ayuda al crecimiento de las personas desde las características del estado de vida laical,
que son:
- La conciencia de la común dignidad y de la misión específica de los laicos en la Iglesia. “En razón
de la común dignidad bautismal, el fiel laico es corresponsable, junto con los ministros ordenados y
con los religiosos y las religiosas, de la misión de la Iglesia” (CH L 15). “Los fieles que, en cuanto
incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del
oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el
pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde” (CH. L. 9).
- La comprensión y vivencia de la secularidad cristiana. “La índole secular del fiel laico no debe ser
definida solamente en sentido sociológico, sino sobre todo en sentido teológico. El carácter secular
debe ser entendido a la luz del acto creador y redentor de Dios, que ha confiado el mundo a los
hombres y a las mujeres, para que participen en la obra de la creación, la liberen del influjo del pecado
y se santifiquen en el matrimonio o en el celibato, en la familia, en la profesión y en las diversas
actividades sociales” (CH L 15)
- La llamada universal a la santidad. “Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados
a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad; todos los fieles están invitados y
deben tender a la santidad y a la perfección en el propio estado (LG 42)
6) Dimensión carismática
“El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia-comunión, sino que también la
enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos pueden asumir las más diversas
formas, sea en cuanto expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta a las
múltiples exigencias de la historia de la Iglesia” (CH L 24)
El camino de la formación nos lleva a encarnar en nuestra vida el misterio de Nazaret y a actualizar en
nosotros el carisma del Hermano Gabriel. Por eso favorece la adquisición de los valores más específicos de
nuestra identidad carismática:
- el amor a nuestra propia vocación, sintiendo la Fraternidad como una verdadera familia y
construyendo, con la fuerza del carisma, una familia más amplia y abierta a todos.
- la capacidad de acoger a la Sagrada Familia como modelo de identificación personal, familiar y
comunitaria;
- el compromiso de vivir la espiritualidad nazarena y hacer crecer el espíritu de familia, inspirándose en
él para edificar la Fraternidad y para realizar el apostolado;
- la apertura a la persona del Hermano Gabriel Taborin, viendo en él un modelo para el camino de
crecimiento en la vocación;
- la disponibilidad para servir con humildad y generosidad a la Iglesia en la misión.
3. LOS AGENTES DE LA FORMACIÓN
El ser humano está abierto a la realidad y a las personas que lo rodean y, en relación con ellas, va
construyendo su propia vida. En la Iglesia algunas personas y grupos están más directamente implicados en la
tarea de la formación, siendo la propia persona quien debe ser protagonista de su propia formación. El
dinamismo de crecimiento y maduración cristiana de la persona se realiza en el encuentro entre el don y la
llamada divina y la respuesta humana.
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1) La acción de Dios
Puesto que la iniciativa está en la llamada de Dios, se sigue que Dios mismo, actuando por medio del
Espíritu Santo de Jesús, viene a ser el primer y principal agente de la formación.
El Espíritu Santo, que nos guía "hacia la verdad plena" (Jn 16,13), es quien ilumina y otorga la
sabiduría que permite discernir la vocación y seguirla. Él es la fuerza interior que hace posible el verdadero
crecimiento, abandonando el hombre viejo para revestirse del "hombre nuevo, creado a imagen de Dios" (Ef 4,
24).
Él es el maestro interior y el guía principal en el camino de la formación. Él ora en nosotros, nos enseña
a construir la comunión y nos impulsa a la misión.
Esta presencia del Espíritu Santo exige dos actitudes fundamentales: la humildad para dejarse guiar y la
práctica del discernimiento espiritual para poder reconocer la presencia del Espíritu en todos los aspectos de la
vida y de la historia a través de las mediaciones humanas.
2) La persona que se forma
El principal responsable de la formación es la persona que se forma. A ella corresponde en primer lugar
abrirse a los valores de la vocación, interiorizarlos y orientar conforme a ellos el propio crecimiento.
Para ser un verdadero artífice de su formación debe asumir las actitudes del discípulo, de modo
particular la humildad y la disponibilidad.
Quien se forma, debe poner su mirada ante todo en Cristo, contemplado especialmente en su vida de
Nazaret, acogiéndolo como máximo bien y empeñando en su seguimiento toda la vida.
El Hermano Gabriel Taborin se convierte a su vez en un verdadero modelo y compañero de camino.
Con su itinerario personal nos enseña a dejarnos modelar por Cristo.
La persona que se forma se deja conducir y transformar por el Espíritu Santo, con una actitud de
docilidad y de disponibilidad. Se ejercita en el arte del discernimiento, que le permite descubrir y aceptar el
plan de Dios sobre su vida.
3) La Iglesia
Nuestra vocación nace en la Iglesia y en ella se va desarrollando. En su seno encuentra el alimento que
le ayuda a crecer en la fidelidad a la voluntad de Dios: la Palabra, los sacramentos, la liturgia, la comunidad
cristiana. Nuestra formación nos ayuda a sentirnos Iglesia, a conocerla y amarla cada vez más, y a servirla
desde nuestra misión.
En la Iglesia, las orientaciones dadas por el Magisterio para los laicos, para los grupos y asociaciones,
especialmente los más afines al nuestro, son un estímulo de crecimiento.
Todas las componentes de la Iglesia colaboran en la formación de sus miembros. La jerarquía, en sus
funciones de enseñanza, guía y santificación, contribuye al crecimiento de la vida cristiana teniendo en cuenta
las características de cada carisma y vocación. Los religiosos nos ayudan a crecer con su testimonio de los
principales rasgos de la vida de Jesús y su colaboración, y nos recuerdan un elemento fundamental de la vida
cristiana: su dimensión escatológica.
Para cada cristiano la Iglesia encuentra su realización concreta en la parroquia o en su comunidad
cristiana de referencia. “La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra
su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia; es, en cierto
sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas» (CH L 26)
4) La Fraternidad
Cada Fraternidad, y la Asociación en su conjunto, procuran a sus miembros algunos medios de
formación, sobre todo en la línea del carisma y de la espiritualidad propios:
- Las reuniones y encuentros de la Fraternidad y toda su vida tienen un aspecto formativo para cada uno
de sus miembros.
- Los momentos formativos programados a lo largo del año tienen una importancia de primer orden.
- La relación con los otros miembros de la Fraternidad, sobre todo con quienes tienen una experiencia
más larga y con quienes tienen la misión de animación y de formación.
- Cada uno de los miembros de la Fraternidad está comprometido en la formación y debe asumir sus
propias responsabilidades en la misma, estimulándose a crecer no sólo para sí mismo, si no para el bien
de todos.
- Los responsables directos de la formación en la Fraternidad son el Animador y el Hermano asesor,
junto con el equipo de animación.
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5) La comunidad y el Instituto de los Hermanos
Cada Fraternidad está vinculada al Instituto a través de una comunidad local y provincial de los
Hermanos.
Las actividades formativas compartidas con los Hermanos, la información sobre la vida del Instituto, la
presencia en actos comunitarios y las actividades comunes ayudan en el camino formativo.
Los documentos y orientaciones dados para todo el Instituto son un punto importante de referencia para
la formación.
6) La familia
“La familia cristiana, en cuanto «Iglesia doméstica», constituye la escuela primigenia y fundamental
para la formación de la fe.” (CH L 62)
La familia es ordinariamente el lugar donde comienza la formación de la persona y donde se va
abriendo a los valores culturales y religiosos. Aun teniendo en cuenta la precariedad de muchas situaciones
familiares, la familia, a través de la educación de los hijos y de las experiencias y relaciones vividas en su seno,
ejerce una influencia preponderante en todo itinerario de formación personal.
La familia cristiana, es el lugar donde la persona se inicia en la experiencia cristiana.
La educación recibida en la familia abarca las diferentes dimensiones de la persona y la acompaña
durante toda la vida.
El ejemplo de María y de José, padres y educadores de Jesús, pero también formados por Él, es un
fuerte estímulo en la formación y crecimiento de la familia en su dimensión humana y cristiana.
7) La cultura en la que vive la Fraternidad
Si consideramos que "el hombre no llega a un nivel verdadera y plenamente humano sino por la
cultura" (GS 53), podemos afirmar que existe una íntima relación entre cultura y formación. Toda cultura, con
sus elementos positivos y negativos, influye poderosamente en las personas y juega un papel decisivo en su
proceso de maduración.
La formación ayuda a descubrir y a asumir los verdaderos valores culturales que permiten crecer como
personas y como creyentes, para madurar en la propia vocación.
Existen, por otra parte, contravalores ambientales, en oposición con el modelo evangélico de persona,
que dificultan el proceso de aceptación y asimilación del mensaje cristiano. Por eso, la formación tiene en
cuenta que "toda cultura debe ser purificada y sanada de las heridas del pecado" (PI 91).
En el proceso formativo se tienen siempre presentes estos elementos culturales. Se ayuda a las personas
a discernirlos a la luz del Evangelio, permitiéndoles así crecer en la libertad de los hijos de Dios y en la
responsabilidad personal.
Las realidades sociales donde están situadas las Fraternidades son culturalmente diversas. Esto exige a
los miembros de las Fraternidades un esfuerzo para inculturar la fe en su cultura propia y para encarnar en ella
el carisma del Hermano Gabriel.
Cada Fraternidad se abre a los valores de la propia cultura, intenta conocerlos y asumirlos críticamente.
Busca igualmente la forma de expresar a través de ellos la riqueza del Evangelio y de nuestro carisma.
Por otra parte, los cambios culturales, a menudo muy rápidos, como también la apertura a la
globalización, exigen una formación sólida y constantemente actualizada.
Sólo así es posible responder positivamente a las fidelidades que la Iglesia nos pide en el campo de la
promoción humana:
- Fidelidad al hombre y a nuestro tiempo.
- Fidelidad a Dios y al Evangelio.
- Fidelidad a la Iglesia y a su misión en el mundo.
- Fidelidad al carisma propio.
4. LOS MODELOS VIVOS DE IDENTIFICACION
En el camino de formación, más importantes que las indicaciones y orientaciones, son las personas
concretas con las que cada uno está llamado a entrar en relación para compartir su experiencia y para crecer en
el ideal de vida que ellas encarnan.
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1) La Sagrada Familia
Jesús, María y José son el modelo de identificación que el Hermano Gabriel dejó a los Hermanos y a
los laicos asociados. Ellos ponen "todos los medios para unirse aquí abajo a sus santos protectores a través de la
oración y la meditación" (C 1836, III). La Sagrada Familia es, a la vez, modelo y agente de la formación,
constituyendo el "punto de referencia" (C 7) para la misma.
El misterio de amor trinitario, vivido en Nazaret, se prolonga a lo largo del tiempo en la vida de los
Hermanos y de los miembros de la Fraternidades. La Sagrada Familia continúa orando, trabajando y amando en
nosotros. La apertura existencial al misterio de Nazaret se convierte de esta manera en un elemento primordial
en nuestro crecimiento personal y comunitario.
"Estando a menudo bajo el techo humilde de Nazaret" (NG 607), en una apertura contemplativa, se va
modelando nuestro propio ser y se configura día a día con Jesús, María y José. Ellos van ocupando un espacio
cada vez mayor en nuestra vida y nos hacen crecer de una forma característica, que podemos llamar nazarena.
En la Sagrada Familia los Hermanos contemplan a la Virgen de Nazaret, "cercana a Cristo, junto a
José, en la vida oculta de Nazaret, presente al lado del Hijo en los momentos cruciales de su vida pública, la
Virgen es maestra de seguimiento incondicional y de servicio asiduo" (VC 28). Los miembros de las
Fraternidades están abiertos, a lo largo de todo su itinerario vocacional, a su acción maternal.
2) El Hermano Gabriel Taborin
La identidad personal y comunitaria de los Hermanos y de los miembros de las Fraternidades en la
Iglesia tiene su origen en el carisma que Dios suscitó en nuestro Fundador. Él está también presente de una
forma activa en nuestro camino de formación. Sigue vivo en cada Hermano y en cada miembro de las
Fraternidades, en la medida en que se abren al carisma fundacional y hacen que se convierta en parte
inseparable de su propio ser.
A lo largo de la formación se profundiza en el conocimiento del Fundador, en quien se descubren "las
características fundamentales del Hermano de la Sagrada Familia" (C 9) y de los miembros de las
Fraternidades. A través del estudio de su vida y de su obra, el Hermano Gabriel se va haciendo más cercano y
se va experimentando su atracción personal como un estímulo para el propio camino de crecimiento.
El Fundador llega a ser así un modelo, un amigo y un inseparable compañero en el itinerario formativo
de cada miembro de la Fraternidad.
3) Otros Hermanos, personas y grupos.
Las experiencias personales de cada miembro de las Fraternidades son muy variadas. Cada uno ha
podido conocer y entrar en relación personas o grupos que han encarnado el ideal de la espiritualidad nazarena
propuesta por el Hno. Gabriel Taborin.
A lo largo de la historia del Instituto ha habido Hermanos que han vivido y expresado, con su
testimonio y con sus escritos, la espiritualidad nazarena y que siguen siendo fuente de inspiración.
Por otra parte existen en la Iglesia Institutos, grupos y movimientos con espiritualidades afines a la
nuestra.
La evocación y el contacto con unos y otros tiene también un valor formativo, con tal de que se
integren en el camino actual de la persona y de la Fraternidad.
5. LOS DINAMISMOS Y PROCESOS DE LA FORMACIÓN
1) La oración, la Palabra de Dios y los sacramentos
La persona "adquiere su madurez en la fe, la esperanza y la caridad a partir de un encuentro personal y
cordial con el Señor en la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y una preocupación por depender de la
voluntad del Padre en todas sus actividades" (C 155).
a) La oración
La oración acompañó toda la vida de Jesús, así como la de María y José. A través de la oración se
abrieron ellos a la voluntad del Padre y se dejaron conducir por el Espíritu. Ella fue también una constante en la
vida del Hermano Gabriel, que consideraba la oración como "la piedra angular del nuestro Instituto" (NG,
Introducción).
Para los que han iniciado un camino de seguimiento de Jesús, inspirado en el carisma del Hermano
Gabriel, la oración se convierte en el medio primordial de crecimiento interior y de maduración personal.
En la oración se adquiere la verdadera sabiduría del corazón, que permite conocer más a Cristo, "en
quien se esconden todos los tesoros del saber y del conocer" (Col 2,4). Gracias a ella, se descubre la propia
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realidad de hijo de Dios, llamado a crecer en el Hijo. En ella se revela la historia, personal y comunitaria,
como historia de salvación.
La oración nos abre a la acción del Espíritu Santo, que nos guía y ayuda a crecer, teniendo "los mismos
sentimientos de Cristo" (Flp 2,5). Él va transformando poco a poco nuestro corazón; haciéndolo, como el de
Jesús, sensible y abierto a las necesidades de nuestros hermanos.
Cada persona aprende a acoger los dones del Espíritu, que hacen "gustar este conocimiento íntimo y
verdadero del Señor, sin el cual no lograríamos ni comprender el valor de la vida cristiana y religiosa, ni poseer
la fuerza para progresar en ella con la alegría de una esperanza que no decepciona" (ET 43).
Con el convencimiento de que "hay que orar siempre, sin desfallecer" (Lc 18,1), a lo largo del proceso
de formación se van aprendiendo los secretos de la oración y se va progresando en su práctica. Día a día se
adquiere ese espíritu de oración que orienta toda la vida, como orientó la de nuestro Fundador.
La liturgia ocupa el lugar principal en la formación para la oración. Como el Hermano Gabriel, los
miembros de las Fraternidades aprenden progresivamente a conocer y a gustar la liturgia de la Iglesia, a vivirla
como un itinerario vocacional y a ser capaces, a través de ella, "de profesar y celebrar su fe con libertad interior
y exterior, unido a sus hermanos y al pueblo de Dios" (C 155).
b) La Palabra de Dios
"La escucha y la meditación de la Palabra de Dios son el encuentro cotidiano con la ciencia
sobreeminente de Jesucristo" (DCVR 8). La Palabra ilumina la mente y otorga el verdadero conocimiento al
creyente que la acoge con humildad.
Ella nos abre a la contemplación del misterio de Dios y del hombre, introduciéndonos en el misterio de
Nazaret, donde se halla la sabiduría que iluminó la vida de nuestro Fundador y sigue iluminando la de cada
Hermano y la de cada miembro de las Fraternidades. "Los Hermanos aprenden a meditar y a vivir el Evangelio
a la luz del misterio de Nazaret, donde Jesús comenzó a cumplir lo que más tarde había de predicar" (C.7).
La Palabra nos educa y nos transforma desde dentro, conformándonos con Jesús y haciéndonos crecer
como hijos del Padre y como hermanos. En la liturgia y en la meditación Jesús mismo se nos entrega como
Palabra, y va creciendo en nosotros y en la fraternidad.
El itinerario de formación introduce progresivamente en el estudio de la Sagrada Escritura y en la
práctica de la Lectio divina.
c) Los sacramentos
La formación nos ayuda a participar cada día con más intensidad en la vida sacramental de la Iglesia.
Nuestro Fundador fue especialmente sensible a esta fuente de vida que es la presencia viva de Jesús resucitado
en medio de la comunidad cristiana.
La Eucaristía, "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11), es considerada por los Hermanos y los
miembros de las Fraternidades como "el corazón de la comunidad" (C 132). Ella nos introduce en el Misterio
Pascual de Cristo y se convierte en el alimento principal de nuestra vida de discípulos. Nos hace crecer en él,
modelo y meta de nuestra formación, y va construyendo una comunidad abierta a la misión.
El sacramento de la Reconciliación, "a través del cual el Señor aviva la unión con Él y con los
hermanos" (VFC 14), es un medio necesario para avanzar en el camino del seguimiento. La formación va
introduciendo progresivamente en su práctica, enseñando a encontrar en él un instrumento de conocimiento
humilde de uno mismo, de crecimiento continuo y de celebración de los pasos dados en el itinerario formativo.
2) El acompañamiento personal y de grupo
El acompañamiento personal es la ayuda que se presta a cada persona, compartiendo con él su propio
camino, para que pueda discernir la acción de Dios en su vida y responder a la misma con libertad y
responsabilidad.
Es un medio privilegiado que permite a quien se forma conocerse y aceptarse con mayor objetividad,
descubrir el proyecto de Dios sobre él y abrirse a un proceso de conversión y crecimiento permanente. No
sustituye a la persona en su responsabilidad ante la propia formación, sino que la ayuda a ser verdaderamente
protagonista de la misma.
El acompañamiento, tanto personal como de grupo, debe convertirse en un instrumento de crecimiento
para la persona, que es ayudada a dar un significado positivo a su historia personal, a descubrir la vocación
como su ideal de vida y a ir elaborando y evaluando su propio proyecto en el seguimiento de Cristo.
Los Hermanos y los miembros de las Fraternidades se inspiran en la pedagogía de Nazaret, que los
ilumina en el arte del acompañamiento. Allí aprenden a hacerlo desde la vida compartida con amor; desde la
escucha y el diálogo, desde el respeto y la confianza.
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La pedagogía de Nazaret ayuda a descubrir el paso de Dios en lo concreto de la vida personal y
comunitaria, y a responder con generosidad a sus llamadas, saber esperar el crecimiento de cada persona sin
quemar etapas, a asumir todo lo humano para salvarlo, a promover la maduración de las personas en una
comunidad concreta caracterizada por el espíritu de familia.
También aprenden de la experiencia del Hermano Gabriel, que se dejó guiar por Mons. Devie y otros
consejeros competentes, y supo acompañar con solicitud el crecimiento personal de sus Hermanos.
3) El proyecto personal y el proyecto comunitario
Un medio importante en el itinerario formativo es la realización de un proyecto personal y del proyecto
de vida de la Fraternidad. Responde a la necesidad de entender la vida como un camino de maduración y de
crecimiento orientado hacia la plenitud.
El proyecto personal parte del conocimiento de uno mismo y orienta a la persona hacia el desarrollo de
su propia vocación. Lleva consigo aceptar los valores, asumirlos como propios y buscar cauces para crecer
progresivamente en conformidad con ellos.
Para ser eficaz, todo proyecto exige la capacidad de conocerse a sí mismo, aceptar la propia historia
personal, aprender de la experiencia, abrirse al crecimiento y confiar en la acción de Dios.
El proyecto debe tener en cuenta las diferentes dimensiones del desarrollo de la persona: maduración
humana, vida de relación y de comunión, experiencia de Dios, acción apostólica, crecimiento vocacional.
Igualmente, ha de incluir los objetivos, los medios, las etapas, así como la revisión y evaluación.
Vivir el proyecto personal de vida, el de la Fraternidad y el del Instituto, como laicos asociados, supone
entrar en un proceso compartido de proyectación, realización y revisión permanente.
4) El discernimiento
El discernimiento es un proceso mediante el cual el cristiano se abre al conocimiento de la voluntad de
Dios sobre su vida. Se refiere, por una parte, al descubrimiento de la propia vocación y, por otra, a la actitud
constante de buscar en todas las circunstancias la voluntad de Dios, para decidir siempre en conformidad con el
Evangelio. Hay diferentes métodos, personales y comunitarios, para practicar el discernimiento.
Por parte de la persona que lo practica se requieren algunas condiciones:
- actitud de fe y de oración para abrirse a la acción del Espíritu Santo,
- conocimiento suficiente de sí mismo y de las realidades que afectan a la decisión,
- capacidad de autotrascenderse en el amor y disposición generosa para el cambio,
- disponibilidad para dejarse aconsejar y orientar a fin de discernir correctamente la voluntad de Dios.
En la persona que ayuda a otra a realizar el discernimiento se requiere:
- conocimiento de la realidad de la persona a la que ayuda, y de la práctica del discernimiento;
- respeto a la persona y a su ritmo de maduración;
- capacidad de ayudar al otro a conocerse, a interpretar su historia y a abrirse a la acción de Dios;
- flexibilidad y firmeza para que la persona asuma su responsabilidad en el proceso de maduración.
5) El estudio, la lectura y el uso de los medios de comunicación.
El estudio, la lectura formativa y el uso crítico de los medios de comunicación, realizados según un
plan orgánico y progresivo a lo largo de las etapas y durante toda la vida, están orientados a formar personas
maduras y cualificadas para el ejercicio la misión. Estos medios permiten a la persona introducirse en la
contemplación del misterio de Dios y del hombre, cuestionarse sobre sus planteamientos y abrirse a la realidad
cultural en la que vive.
La maduración personal exige realizar una síntesis armónica entre el objeto de estudio y la propia vida.
La persona aprende a captar y gustar la verdad y, al mismo tiempo, a integrarla en el conjunto de experiencias
que van formando su identidad personal. Se ejercita en el arte de alcanzar la unidad existencial entre formación
intelectual, estudio, oración y vida espiritual, abriéndose a la ciencia que "supera todo conocimiento, el amor de
Cristo" (Ef 3, 19).
Entre las lecturas, un lugar destacado lo ocupan las encaminadas a la formación teológica y espiritual.
Su objetivo consiste en introducir a las personas en la experiencia de Dios y ayudarlas a consolidarla
progresivamente.
Los conocimientos esenciales de base comprenden:
- Los libros de la Biblia, y en particular de los evangelios de la infancia de Cristo.
- Una síntesis del misterio cristiano: Catecismo de la Iglesia Católica o su Compendio.
- Los documentos de la Iglesia, y en particular los que se refieren a los laicos, a la pastoral familiar,
educativa, social, etc.
- La vida y los escritos del Hno. Gabriel Taborin.
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- Los documentos del Instituto.
El estudio y la lectura formativa, realizados con responsabilidad y constancia, son un importante
elemento formativo. A través de ellos la persona va forjando su propia personalidad a imitación de Jesús, que
en Nazaret crecía en "sabiduría, en edad y en gracia a los ojos de Dios y de los hombres" (Lc 2,52).
6) La ascesis personal y comunitaria
No es posible un proceso de formación sin una disciplina personal que ayude a liberarse de las propias
esclavitudes y permita caminar hacia un ideal de vida liberador.
La persona en camino se abre en primer término a un ideal que percibe como la realización del propio
yo. A continuación, toma conciencia de las dependencias y esclavitudes que le impiden llegar a él.
A través del ejercicio de una ascesis progresiva, asumida en libertad, va experimentando la satisfacción
de poder prescindir de aquello que le impedía alcanzar lo que realmente deseaba. Y, al mismo tiempo, puede
comprobar que el ideal vocacional cristiano, por el que se siente atraído, es capaz de llenar realmente su
corazón, proporcionándole una gratificación mayor que aquello que ha tenido que abandonar.
A través de este proceso se van abriendo nuevos horizontes de libertad, se va fortaleciendo la voluntad
y se encauzan las propias energías en un proyecto de vida que es asumido como la realización de la propia
existencia personal.
La ascesis comprende también aspectos comunitarios importantes, como el servicio a los demás, la
comunicación, la fidelidad a los momentos comunitarios y a los acuerdos tomados en la Fraternidad.
7) La vida comunitaria de la Fraternidad
La vida comunitaria en la Fraternidad es un elemento imprescindible para la formación, sin el cual es
imposible avanzar en el camino de la maduración personal.
Ayuda, ante todo, a crecer en la vida espiritual, siendo la fraternidad "por su misma naturaleza el lugar
donde se ha de poder alcanzar la experiencia de Dios y comunicarla a los demás" (DCVR 15).
La vida compartida en Fraternidad permite madurar en el amor, pasando del "yo" al "nosotros" en un
proceso de muerte al propio egoísmo y de crecimiento en el amor de comunión. La Fraternidad se convierte así
en el "lugar donde se aprende cada día a asumir aquella mentalidad renovada que permite vivir cada día la
comunión fraterna" (VFC 39), en los propios ámbitos de la vida cotidiana.
Se ha de tener siempre en cuenta que la Fraternidad, "antes de que uno se sirva de ella como medio de
formación, merece ser amada y servida por lo que ella es" (PI 26). Cada uno de sus miembros, como pedía el
Hermano Gabriel, considera la comunidad como su tesoro y se siente llamado a "conservar este tesoro con
mucho cuidado" (Circ 15), entregándose desinteresadamente a construir la comunión. De esta manera la vida
fraterna se convierte en instrumento privilegiado de maduración personal y de crecimiento comunitario.
La Asociación Fraternidades Nazarenas y el Instituto de los Hermanos dan una gran importancia a la
comunidad como medio de formación, con la atención puesta en "la familia de Nazaret, lugar que las
comunidades religiosas deben frecuentar espiritualmente, porque allí se vivió de un modo admirable el
Evangelio de la comunión y de la fraternidad" (VFC 18). Así pues, todos, Hermanos y seglares, estamos
llamados a vivir “bajo el humilde techo de Nazaret”, según la expresión del Hno. Gabriel.
En las Fraternidades, los Animadores y los Asesores son los primeros responsables en la promoción de
los medios de crecimiento y de formación.
8) Las actividades de la misión
Las actividades de animación, de pastoral y de solidaridad, realizadas personalmente o en comunidad,
tienen un gran valor en nuestro itinerario formativo. Son a la vez testimonio de Cristo y medio de formación.
La experiencia apostólica permite y exige que la persona tenga un buen conocimiento de la realidad
social y eclesial a la que es enviada.
Las actividades de la misión necesitan ir acompañadas de una progresiva preparación doctrinal,
espiritual y pedagógica. Son, además, objeto de un acompañamiento conveniente y de una periódica
evaluación.
Nuestro modelo también en este campo es el Hermano Gabriel, quien desde sus primeros años fue
dando pasos decididos en el camino de entrega total a la misión que el Señor le encomendó en la Iglesia.
9) La vida cotidiana
Las actividades y relaciones de la vida de cada día tienen también un alto valor formativo, si se viven
como posibilidad de crecimiento en todas las dimensiones de la persona.
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El cumplimiento, con atención y amor, de los deberes del propio estado de vida, del trabajo
profesional y de los compromisos que cada persona tiene en la familia y en las demás instituciones y grupos de
pertenencia, tiene una importancia capital para la maduración de la persona.
La atención a los otros, sobre todos a los que se encuentran en situación de debilidad y de necesidad,
lleva a una apertura y delicadeza cada vez mayor.
La mirada al hogar de Nazaret, donde Jesús, con María y José, vivió durante tanto tiempo en la
sencillez de la vida de familia y de trabajo, en las ocupaciones de la vida diaria, es un estimulo constante para
crecer como él.
6. LOS PRINCIPIOS Y CRITERIOS DE FORMACION
1) Personalización
El itinerario formativo tiene en cuenta en primer lugar la realidad de la persona. Ella es llamada por
Dios a seguir un camino de crecimiento particular y único. Debe ser, pues, respetada, valorada y atendida en su
singularidad personal.
Por su parte la persona ha de ir tomando conciencia de su propia realidad, con el fin de desarrollar sus
posibilidades humanas y espirituales, según el proyecto de Dios sobre ella. Será ayudada, en consecuencia, a
descubrirse a sí misma, a aceptarse como don de Dios y a ir interiorizando los valores que le permitan crecer
conforme a su vocación.
Este proceso no se realiza sin dificultades. La cruz aparece siempre en medio del camino de
crecimiento personal. Los formadores ayudan a aceptar la realidades dolorosas y a descubrir en ellas al Señor
de la historia, que a través de la cruz nos conduce a la verdadera vida.
2) Unidad y totalidad
La formación abarca la totalidad del ser humano, en su unidad y complejidad personales. Debe, por lo
tanto, dirigirse a la vez a las facultades fundamentales de la persona: corazón, mente y voluntad. La fe y el ideal
vocacional a los que adhiere el cristiano deben ser percibidos en su totalidad, es decir en su belleza, verdad y
bondad, siendo capaces de implicar en su aceptación a la persona entera.
Al formador corresponde la tarea de saber presentarlos de manera que puedan cautivar a la persona,
para que ésta se sienta llamada a aceptarlos como su propio ideal de vida. Esto supone la capacidad de enseñar
a contemplar la verdad objetiva de la fe y de la vocación, a abrirse a la atracción que provocan en el corazón y a
comprometerse en su búsqueda.
La persona va descubriendo así su ideal de vida, según la peculiaridad de su propia vocación, y
compromete todas sus energías en un camino que conduce a configurar conforme a él su personalidad. Para
orientar armoniosamente sus tendencias y capacidades humanas hacia este ideal, realiza un doble proceso:
liberación progresiva de las inclinaciones contrarias y afianzamiento simultáneo de las tendencias y
potencialidades positivas.
Por una parte el itinerario formativo le permite abrirse al conocimiento, aceptación y estima de los
valores de su ideal vocacional. Por otra parte, lo ayuda a avanzar gradualmente en la experiencia de estos
valores, comprometiendo la voluntad en el práctica fiel de los mismos.
La maduración exige el desarrollo, en una unidad armoniosa, de las facultades de la persona y de las
dimensiones de la fe: acogida, celebrada, vivida, estudiada, compartida y anunciada.
3) Progresión y articulación
El mismo Dios, como se descubre en la Biblia, utiliza una pedagogía adaptada a las etapas de la
maduración humana. La formación se inspira en esta forma de actuar Dios con su Pueblo y en el itinerario
formativo de Jesús con sus discípulos.
Es necesario prestar atención a las diversas etapas del crecimiento de la persona y al ritmo particular de
cada una. Ello obliga a distinguir entre el ideal al que se aspira y los pasos concretos que hay que ir dando.
Hay que tener en cuenta que el crecimiento humano no es uniforme, sino que se realiza a través de
crisis y dificultades, no siempre previstas, que exigen una pedagogía adaptada y flexible.
Es importante que cada persona siga íntegramente el ciclo de la formación previsto en cada
Fraternidad, tanto en lo referente a las distintas etapas como a la duración y contenido de las mismas.
4) Colaboración y coordinación
El proyecto formativo tiene en cuenta la importancia de la colaboración de todos en la obra común. La
formación, precisamente por ser personalizada, es comunitaria, ya que la persona no puede madurar sin abrirse
a los demás. Por eso lleva consigo la implicación armónica de todos en el empeño formativo.
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El carácter progresivo de la formación exige también una coordinación en el momento de programar
las diferentes etapas para asegurar una continuidad en la formación por medio de la armonización de objetivos
y métodos.
5) Responsabilidad
Es el propio formando quien tiene la responsabilidad primera del "sí" a la llamada que ha recibido y de
asumir todas las consecuencias de su respuesta.
Ha de ser, pues, ayudado a responder con una libertad madura a la llamada de Dios y a
responsabilizarse personalmente del desarrollo de su vocación. Esta responsabilidad es imprescindible, ya que
no es posible avanzar en un proceso de maduración sin asumir el propio proyecto formativo y hacerse cargo
personalmente de él.
Capítulo II
EL PERIODO INICIAL
1. CARACTERISTICAS DE ESTE PERIODO
Caracterización y modalidades
La experiencia inicial que conduce a algunos hermanos y hermanas a solicitar su asociación al
Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, es el gozo de encontrarse o reencontrarse con Cristo, en una
comunidad sencilla de Iglesia, que los hace sentirse “como en casa”, generalmente acompañada de una
vivencia de trabajo pastoral conjunto.
Dada esta experiencia u otra similar, puede ofrecerse, a quien lo desea, un periodo de discernimiento
de su vocación cristiana, participando en la vida de una Fraternidad Nazarena.
Se trata de un tiempo de experimentación, que ha de facilitar un proceso de maduración personal,
humana, cristiana y carismática.
Este periodo inicial puede vivirse integrándose a una Fraternidad ya existente o formando una nueva
comunidad cristiana que, acompañada por un Hermano y/o un miembro de Fraternidad, desea formar una
nueva Fraternidad.
Duración
Este periodo inicial puede tener una duración de dos o tres años, según lo determine la organización
de las Fraternidades de cada Provincia Religiosa.
El tiempo será lo suficientemente amplio para permitir alcanzar los objetivos de esta etapa formativa.
Pero sin demorar excesivamente el momento, se ha de ofrecer la iniciación al periodo del compromiso.
Se tienen presentes los criterios de personalización y gradualidad, con el fin de conseguir el grado de
madurez y la libertad suficiente de cada miembro de la Fraternidad.
Proyecto Formativo
Este período se desarrolla conforme a un proyecto formativo. Dicho proyecto es una aplicación de la
presente Guía de Formación, adaptada a la realidad de cada persona y de cada Fraternidad Nazarena.
Es responsabilidad del Animador local y su equipo la realización y ejecución de este proyecto.
2. LOS OBJETIVOS
1) Integrarse a una comunidad cristiana
Una experiencia “fundante” del llamado a ser miembro de una Fraternidad Nazarena es la vivencia
de una auténtica comunidad cristiana. Se ha de cuidar la introducción progresiva en esta experiencia, a través
de la cual, cada persona tendrá la “ocasión de someter a prueba la autenticidad de su proyecto”.
2) Progresar en la maduración personal.
Mientras se desarrolla este periodo, se ha de ofrecer a cada persona, los medios para crecer en su
madurez humana y espiritual, que le permita asumir, con responsabilidad y libertad, su vocación a vivir la
vida cristiana en clave nazarena. Con este fin, cada Fraternidad buscará cómo ayudar a la formación humana,
cristiana y cultural de sus miembros.
3) Realizar el discernimiento vocacional correspondiente
En este periodo, la persona que ha ingresado a la Fraternidad Nazarena ha de realizar una importante
labor de discernimiento, profundizando en el conocimiento del misterio de la vida cristiana, en su propia
realidad personal y en el carisma de la Asociación.
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Este discernimiento lo hace la persona y también la Fraternidad. Esta ha de juzgar sobre el
momento oportuno en que la persona puede comenzar el período del compromiso.
4) Preparar para el periodo de compromiso
Sin condicionar a las personas, es importante tener presente a lo largo de este período formativo el
llamado al compromiso como miembro de la Fraternidad Nazarena.
En consonancia con ello, a medida que se desarrolla este proceso formativo, se ha de ir explicitando
la propuesta que conduzca a una clara situación de discernimiento y a la opción. Así será fructífero el
período del compromiso.
3. LOS PROCESOS
1) Invitación a participar en la Fraternidad
El primer y continuo medio de invitación a participar en la vida de la Fraternidad Nazarena es el
testimonio de una vida gozosa, capaz de percibir y atender a las necesidades de cada hermana y/o hermano,
con humildad y afecto fraterno.
Para explicitar la invitación con palabras, hemos de desarrollar una cierta capacidad de contemplar
en profundidad el misterio personal de nuestros hermanos y hermanas. Particularmente hemos de ser
sensibles a posibles experiencias salvíficas que ellos estén viviendo, unidas, muchas veces, a experiencias de
fragilidad, donde se manifiesta la necesidad de salvación.
2) Entrada - acogida
En este momento es fundamental, de parte de la Fraternidad, hacer sentir la común condición de
hermanos, revelando el amor del Padre, la condición fraterna de Cristo – Salvador, que nos dona el Espíritu
Santo.
El hermano/a acogido/a debe, con sus limites humanos y cristianos, mostrarse, desde el principio,
alegre, abierto, humilde… Estas actitudes y la acogida de la Fraternidad han de favorecer la integración de
cada persona a la comunidad fraterna.
3) Conocimiento - discernimiento
A partir de lo anterior, y en clima de aprecio y confianza, se desarrolla un mutuo conocimiento entre
los miembros de la Fraternidad Nazarena y el hermano/a que entra en ella.
Para ello son útiles algunas dinámicas de conocimiento personal, la escucha comunitaria de la
Palabra de Dios compartida, la presentación de contenidos carismáticos, trabajos y celebraciones
compartidas…
Todo ello ha de ser acompañado por un proceso continuo de discernimiento, guiado por esta
pregunta: “¿me siento llamado a vivir mi vida cristiana en clave nazarena, conforme a lo vivido y expresado
en el ideal de las Fraternidades Nazarenas y siendo asociado/a al Instituto de los Hermanos de la Sagrada
Familia?”
4) Opciones
“La espiritualidad del Instituto puede ser compartida en niveles y formas diversas”. (D. G., 9).
Existen diversos modos de participación y compromiso con el carisma del Hermano Gabriel. Todos ellos han
de ser respetados y valorados
Del mismo modo, de una Fraternidad Nazarena pueden formar parte personas en situaciones
diversas: quienes ya hayan hecho su compromiso (temporal o definitivo), quienes se estén preparando para
hacerlo, quienes empiezan a frecuentar las reuniones, etc.
La consideración de todo lo anterior ha de iluminar el camino de quienes se sienten llamados a vivir
su vida cristiana en clave nazarena y a optar con libertad y claridad.
De parte de la Fraternidad Nazarena, se ha de ofrecer estas opciones con alegría y claridad,
respetando el misterio personal de cada hijo/a de Dios.
Capítulo III
EL PERIODO DEL COMPROMISO
Este periodo comprende dos etapas diversas complementarias, centradas en la opción y el
compromiso de vida cristiana.
Quizás sea útil aclarar el sentido del término “compromiso”. Se trata de un acto libre y responsable
en el que la persona se compromete y el Instituto la recibe como miembro asociado. Hemos de entenderlo,
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desde el principio, como apertura a la acción del Espíritu Santo, como renuncia a vivir del propio querer,
para asumir, como expresión de la voluntad del Padre, un camino: el expresado en el plan de vida de la
Asociación Fraternidades Nazarenas “Para vivir en Fraternidad”
1. CARACTERISTICAS DE LA ETAPA PREVIA AL COMPROMISO
Esta es una etapa fundamental en la formación de un miembro de las Fraternidades Nazarenas. El
elemento principal ha de ser: “hacer experiencia profunda de vida cristiana en clave nazarena”.
Para iniciar fructíferamente este momento será importante que la Fraternidad Nazarena exprese su
conformidad a que algunos hermanos/as inicien esta etapa y que esos hermanos/as expresen su voluntad de
realizarla.
Duración y modalidad
Esta etapa tiene una duración de, al menos, un año y no ha superar los dos años.
Incluye una etapa intensiva o de preparación inmediata a la celebración del compromiso.
Proyecto formativo
Esta etapa se desarrolla conforme a un proyecto formativo, centrado en una profundización de la vida
cristiana, redescubriendo y reactualizando la vivencia del Bautismo, a la luz del misterio de Nazaret.
En ese proyecto se incluye el conocimiento profundo del plan de vida de la Asociación Fraternidades
Nazarenas “Para vivir en Fraternidad”. Determina además el tiempo y modo de realización de la preparación
inmediata.
2. LOS OBJETIVOS
1) Experimentar la vida cristiana en clave nazarena
En esta etapa el miembro de la Fraternidad Nazarena realiza una experiencia de purificación e
iluminación de su vida cristiana, que le permite desarrollar su propia personalidad según el Evangelio y el plan
de vida de la Asociación.
Es el momento de un conocimiento más profundo de la persona del Hno. Gabriel y de identificación
con el carisma de la Asociación, encarnando su espiritualidad, empapándose del espíritu de familia y
abriéndose a su misión. De esta manera, se prepara eficazmente para su compromiso.
2) Encontrarse con Cristo
El miembro de la Fraternidad Nazarena entra en un proceso personal de conocimiento profundo y vivo
de Cristo y de su Padre, mediante la acción del Espíritu Santo. Vive una experiencia radical de conversión al
Señor, por quien opta como valor central de su existencia.
Se introduce en la vida de oración en actitud de acogida de la voluntad del Padre y de apertura a la
acción del Espíritu, que modela su vida para irla conformando con la de Cristo. Progresivamente va unificando
su vida en torno a la experiencia de Dios, hasta poder afirmar, como San Pablo: “para mi vivir es Cristo” (cf.
Gal. 2, 20)
3) Madurar la respuesta vocacional
El miembro de la Fraternidad profundiza en su respuesta generosa al amor de Dios, manifestado en su
llamado a la vida cristiana y en su llamado a vivirla en clave nazarena. Avanza en un proceso de maduración
vocacional, que le permite encontrar en el llamado a comprometerse como miembro de la Fraternidad, su
propio camino de realización personal y de configuración con Cristo.
Es un tiempo propicio para abandonarse en las manos de Dios y dejarse conducir al desierto, donde El
desea “hablarle al corazón” (Os. 2, 16)
4) Permitir que la Fraternidad y el Instituto conozcan al nuevo miembro de la Fraternidad
Este momento de la formación permite a los miembros de Fraternidad conocerse más profundamente.
También ofrece esa posibilidad al Instituto, que mediante la admisión del Hno. Provincial a cada persona para
hacer el compromiso (PVF 19), verifica y confirma la autenticidad de su proyecto de vida cristiana en clave
nazarena, asociándose al Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia.
3. LOS PROCESOS DE FORMACION
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1) Invitación a iniciar esta etapa y aceptación
Es la Fraternidad, a través del Animador y su equipo, quien formula la invitación a iniciar esta etapa.
Esto implica desde el principio entrar en un proceso de discernimiento comunitario que estimula el
discernimiento personal.
La aceptación de iniciar esta etapa por parte de la persona, es un momento de gracia para ella misma y
para la comunidad.
Para expresar este momento y el sentido de esta etapa, conviene comenzar con un acto de iniciación,
que debe ser sencillo, sobrio y reservado a la Fraternidad. Se inserta convenientemente en una celebración de la
Palabra de Dios. En ella se esclarece el sentido de las asociaciones de los laicos en la Iglesia y, en nuestro caso,
en la Asociación Fraternidades Nazarenas. En este acto se incluye explícitamente la invitación de la Fraternidad
y la aceptación de quienes inician la preparación al compromiso.
2) Proceso de discernimiento
Desde este momento ha de vivirse en la conciencia de estar haciendo un proceso de discernimiento que
posibilite, con certeza moral, dar respuesta a la pregunta formulada en el Periodo Inicial.
En este sentido, conviene aclarar que el criterio último de discernimiento consiste en una búsqueda
sincera de la voluntad de Dios sobre la propia vida. Es posible que una misma persona asuma varias tareas y
ministerios en la Iglesia y que pertenezca a varios grupos. Todo ello ha de integrarse razonablemente en la
realidad personal, familiar y eclesial. Se ha de buscar, pues, un equilibrio.
Algunos criterios concretos de discernimiento pueden venir de la experiencia de los primeros/as
hermanos/as, que solicitaron su asociación al Instituto.
3) Maduración de la decisión
Ese proceso de discernimiento ha de conducir a la maduración de la decisión de formar parte de la
Asociación Fraternidades Nazarenas.
Esa madurez de la decisión ha de expresarse en la serena y gozosa conciencia de estar respondiendo a
un amoroso llamado divino.
En el camino hacia esta decisión son una ayuda importante: la atenta escucha de la Palabra de Dios, la
profundización en el conocimiento de la vida cristiana y la particular gracia de vivirla en clave nazarena, el
acompañamiento espiritual por parte de alguna persona capacitada…
En último término, no hemos de olvidar que la responsabilidad es personal.
4) Petición de admisión
“Después de un oportuno periodo de experiencia en una Fraternidad, el interesado hace la petición
escrita y motivada al Hno. Provincial pidiendo realizar su compromiso en la Fraternidad” (cf. P.V. F.19)
El sentido de este pedido es la concreción, libre y personal, de una experiencia de fe. La vivencia,
muchas veces contradictoria, de un deseo profundo que nace del Espíritu y la realización de ese ideal en lo
concreto de la vida, se abre a la esperanza de recibir el don que se expresa en esta solicitud. Así, la petición de
admisión nace de un corazón pobre, dispuesto a acoger el don de un amor preferencial e inmerecido: vivir la
experiencia de Jesús de Nazaret.
5) Preparación inmediata
Esta preparación inmediata comienza cuando el miembro de la fraternidad ya ha hecho su pedido de
admisión.
Esta fase tiene las características de una catequesis mistagógica, va acompañada de adecuadas
celebraciones de la Palabra y de gestos que ayuden a penetrar en el misterio de la vida cristiana vivida en
Nazaret.
La preparación inmediata es vivida por toda la Fraternidad local como una ocasión de renovar la
experiencia fundante de la vocación de cada miembro.
Una posible propuesta de preparación inmediata, siguiendo el esquema de la celebración del
compromiso, puede ser:
a) Sentido del compromiso;
b) Llamada;
c) Respuesta;
d) “Vivir más intensamente la vida cristiana”;
e) “Inspirándonos en la Sagrada Familia”;
f) Participantes de la Celebración: Asamblea, Hno. Provincial, la persona que se compromete;
g) Contenido del compromiso.
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4 LA CELEBRACION DEL COMPROMISO
- Observaciones previas
- Teniendo presente el sentido de este compromiso y la importancia de “hacer experiencia profunda de vida
cristiana en clave nazarena”, se preparan con cuidado todos los elementos de esta celebración: los lugares, las
personas presentes, la Palabra proclamada, los cantos y la fórmula misma de este acto.
- En la misma celebración, después de acoger a los nuevos miembros de la Fraternidad, renuevan su
compromiso quienes ya lo han hecho de por vida.
- Pueden ser invitadas a la celebración personas que no forman parte de la Fraternidad: Hermanos,
familiares, miembros de la comunidad cristiana, etc.
- “En el acto pueden introducirse gestos significativos, según las circunstancias y lugares “ (PVF 20).
- “La fórmula del compromiso puede ser completada con otras expresiones personales, pero aprobadas
previamente por quien lo recibe. Estas expresiones pueden contener incluso una consagración laical
mediante la cual la persona asume los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para vivirlos
en su estado de vida laical” (P.V.F.20).
La copia firmada del compromiso se guarda en el archivo de la Provincia y se inscribe a los nuevos
asociados en el registro de miembros de la Asociación Fraternidades Nazarenas.
- Desarrollo de la celebración
- Una vez la asamblea reunida, se canta un canto de entrada y se comienza la celebración de la Palabra:
lecturas, cantos, testimonios, etc. Si el acto del compromiso se realiza durante una celebración de la
Eucaristía, se coloca inmediatamente después de la homilía.
- El Hno. Asistente de la Fraternidad dice dirigiéndose primero a la Asamblea y luego a las personas que van
a hacer el compromiso:
La Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia acoge como un don del Espíritu Santo el interés
mostrado por algunas personas cercanas al Instituto por su carisma y espiritualidad y ve en ello una
llamada a vivir la comunión eclesial y la complementariedad de las vocaciones. Por eso esta asamblea,
reunida para celebrar su fe, está llamada a presenciar el gesto de entrega al Señor de algunos de nuestros
hermanos/as que desean entrar en la Asociación Fraternidades *azarenas.
Así pues, llamo a N. N. para que expresen su compromiso.
- Los llamados responden individualmente :
Aquí estoy (y se ponen en pie).
- El Hno. Provincial o su delegado dice:
¿Cuál es vuestro deseo?
- Las personas que van a hacer el compromiso dicen simultáneamente:
Deseamos vivir más intensamente nuestra vida cristiana inspirándonos en la Sagrada Familia de *azaret y
formando parte de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia como miembros asociados.
- La Asamblea responde: Demos gracias a Dios.
- El Hno. Provincial o su delegado dice:
La Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia se alegra de este deseo y en su nombre os pido
que expreséis vuestro compromiso.
- Cada persona individualmente pronuncia su compromiso:
En presencia de esta asamblea, y ante ti Hno. Provincial (o Hno. N. delegado del Hno. Provincial) yo, *....
me comprometo (por un año/ por siempre) a vivir el Evangelio y a trabajar en la Iglesia por el Reino de
Dios, inspirándome en la Sagrada Familia de *azaret y viviendo el espíritu de familia en mi estado de vida,
en conformidad con el Estatuto de la Asociación Fraternidades *azarenas. Que Jesús, María y José y el
venerable Hno. Gabriel Taborin me ayuden a ser fiel al compromiso que hoy hago libremente.
-El Hno. Provincial (o su delegado) dice:
Declaro que desde ahora formáis parte de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia como
miembros asociados a ella en la Fraternidad de *.
Recibid el cuadro de la Sagrada Familia, que colocaréis en vuestra casa para que tengáis frecuentemente
ante los ojos el misterio de *azaret que inspira vuestra vida
- Abrazo y canto de agradecimiento.
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5. CARACTERISTICAS DE LA ETAPA QUE SIGUE AL PRIMER COMPROMISO
Esta es, fundamentalmente, una etapa de afianzamiento. Se trata de recoger los frutos de las etapas
precedentes y de continuar el propio crecimiento humano y espiritual, por la práctica animosa de aquello a lo
que se ha comprometido.
Es una etapa de profundización en la formación bíblica, doctrinal y espiritual. Se trata de integrar en la
propia vida la condición de miembro de la Fraternidad Nazarena, con todo lo que ello implica a nivel personal,
familiar, eclesial y social.
Sin lugar a dudas, el compromiso asumido inaugura una nueva fase de la formación, que se beneficia
del dinamismo y de la estabilidad que nacen del compromiso. Pero que pueden conducir a una pronta
desilusión, en el caso de no haber vivido profundamente la etapa anterior o cayendo en el error de creer que
todo está ya logrado.
- Duración
Esta etapa puede durar de tres a cinco años y se identifica normalmente con el tiempo del compromiso
temporal. Después, los que lo deseen, pueden hacer su compromiso de por vida.
- Proyecto formativo
Esta etapa se organiza en un proyecto conforme a esta Guía de Formación. Bajo la responsabilidad del
Animador y su equipo, el proyecto debe ser asumido por la Fraternidad local y evaluado periódicamente.
En él se incluyen los objetivos formativos de esta etapa, los dinamismos, medios, responsabilidades y
demás elementos organizativos. Debe buscar la forma de armonizar equilibradamente los diferentes aspectos de
la formación, especialmente la oración, la vida de comunidad fraterna, las experiencias en las actividades de la
propia misión, la vivencia del carisma y el acompañamiento personal y comunitario.
Ha de ser elaborado de forma que, por la armónica fusión de todos sus elementos, contribuya a la
unidad de vida de las personas.
6. LOS OBJETIVOS
1) Progresar en la madurez vocacional
El miembro de la Fraternidad, ya comprometido, a lo largo de esta etapa progresa en su camino de
crecimiento y madurez integral, desarrollando armónicamente sus facultades personales, interiorizando los
valores y avanzando hacia la plena madurez de su vocación.
En este tiempo una preocupación central es llevar a cabo en si mismo el equilibrio que necesita para
vivir su vida familiar y profesional, y su compromiso cristiano.
2) Profundizar en la identificación con Cristo
La persona continúa su proceso de identificación y comunión con Cristo, haciendo de Él el valor
central y unificador de su existencia.
La experiencia diaria del seguimiento de Cristo, en su vida de familia con Maria y José, compartiendo
con Él su condición laical, le permite avanzar en el proceso de maduración de su persona y de afianzamiento en
su identidad vocacional.
La intimidad con el Señor, en cuya amistad intenta crecer cada día, es la raíz de todo su desarrollo
personal y la fuente de superación de los conflictos y obstáculos que van surgiendo.
En las dificultades que esta opción de vida le ofrece, va introduciéndose con más radicalidad en el
misterio pascual, que a través de la cruz hace posible el alumbramiento del hombre nuevo que está llamado a
ser.
3) Continuar la incorporación a la Fraternidad _azarena y al Instituto
Los miembros de la Fraternidad Nazarena ya se conocen y se han compartido mucha vida hasta este
momento, pero es importante profundizar en el sentido de la Fraternidad y discernir y consolidar el
compromiso apostólico en esta etapa.
Igualmente, es importante, continuar creciendo en el sentimiento de pertenencia a la Asociación de
Fraternidades Nazarenas y al Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia.
4) Conseguir una formación doctrinal sólida y que capacite para la misión
Una formación doctrinal continuada permite a los miembros de la Fraternidad abrirse a la madurez de
la fe y al desarrollo de su vocación. Aprenden a conocer y a juzgar con óptica cristiana el modo de pensar, de
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sentir y de obrar del mundo de hoy, capacitándose para ser cada día un testigo más creíble de Jesucristo en
medio de los hombres, según el carisma nazareno asumido.
Es importante, en esta etapa, hacer un claro discernimiento sobre los llamados, las inquietudes
misioneras de cada miembro, sus perspectivas y las de la Fraternidad, para favorecer la formación y las
posibles realizaciones concretas.
7. LOS PROCESOS DE FORMACION
1) Encarnación en la vida diaria
La vida diaria es el ambiente de formación concreta en el que se ponen en acto y se desarrollan los
alcances del compromiso asumido.
Los vínculos inmediatos más concretos son los más valorados en nuestra formación nazarena. Así, la
condición de esposo/a; padre; madre; hijo/a; hermano/a, etc., ofrecen una orientación clara por donde Dios nos
llama a desarrollar el don vocacional recibido. A su vez, las dificultades de comprensión, de falta de valoración
y acompañamiento, los excesos de demandas… nos introducen en el camino recorrido por Jesucristo: el camino
de la Encarnación y de la Pascua…
Todos los otros ámbitos de nuestra vida (familia, trabajo, lugares de compromiso social y eclesial) nos
permiten desarrollar la gracia recibida por el compromiso asumido.
2) Dimensión misionera
El testimonio, la actitud de servicio y el humilde anuncio de Jesucristo son también ocasión de
formación. Como Jesús, como María, como José, vivir en el compromiso al que hemos sido llamados, nos hace
testigos y anunciadores de la Buena Nueva.
Para que la Buena Nueva alcance el corazón de nuestros hermanos hoy, debe primero encarnarse en
nosotros. La acogida profunda del misterio de Cristo y del misterio de cada uno de nuestros hermanos es fuente
y estimulo de formación permanente.
La preocupación y el compromiso misionero es fundamental en esta etapa de afianzamiento.
3) Proyecto de vida
Un desafío particularmente importante en esta etapa es ayudar a concretar el “proyecto personal y el
proyecto comunitario”, tal como está propuesto en los dinamismos y procesos de formación en el Capitulo I,
5,3 de esta Guía de Formación.
Estos proyectos ayudan a concretizar el ideal asumido, facilitan la personalización del don recibido y
ponen las bases de la formación permanente.
4) Consagración laical
Esta etapa es propicia para recordar lo propuesto, en el plan de vida “Para vivir en Fraternidad” al
considerar el compromiso en la Fraternidad. Allí se dice que ese compromiso puede abrirse “incluso a una
consagración laical mediante la cual, la persona asume los consejos evangélicos de pobreza, castidad y
obediencia para vivirlos en estado laical de vida” (P.V. F. 20).
Considerar esta posibilidad es siempre un estimulo para el camino de santidad. Discernir esta opción de
una posible consagración laical, implica tener presente las consecuencias concretas de este acto y tener la
correspondiente autorización (CDC 1192-1197).
5) Fidelidad y maduración
La madurez implica un conjunto de virtudes humanas y cristianas, integradas en un todo armónico y
que tiende a alcanzar el ideal por el que vive la persona. La madurez en un sentido dinámico. El hombre, la
mujer, no son realidades terminadas de una vez, sino que se van haciendo continuamente. Esto vale a la vez
para la dimensión humana y cristiana.
El trabajo de maduración lleva a una fidelidad creativa, con la certeza de que Dios nos ama. Esto
significa, en esta etapa, valorar el ideal asumido, en la clara conciencia de nuestra realidad. Sin desanimarnos
ante nuestros limites y sin pretender reducir el ideal, asumiendo un humilde proceso de crecimiento, como lo
vivió Jesús en Nazaret.
6) Preparación al compromiso definitivo
El camino de fidelidad en la maduración tiende a la entrega definitiva, que Cristo vivió en la cruz, pero
que ya había expresado a sus padres: “¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?” Lc. 2, 49.
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En la libertad y el respeto al misterio personal del designio de Dios sobre cada uno, también el
compromiso en la Fraternidad ha de abrirse durante estos años a la consideración de la entrega definitiva. El
compromiso definitivo es expresión de la certeza en la fidelidad divina, que “no abandona la obra de sus
manos”.
Capítulo IV
LA FORMACIÓ_ PERMA_E_TE
1. NATURALEZA DE LA FORMACION PERMANENTE
La formación permanente es un proceso continuado de formación, que vive el miembro de una
Fraternidad a lo largo de toda su vida. La formación inicial, por tanto, debe continuarse con la formación
permanente, creando en el sujeto la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días de su vida.
La necesidad de esta formación continua se deriva de la naturaleza misma de la vocación cristiana, que
lleva consigo una respuesta siempre actualizada a la llamada de Dios. El miembro de la Fraternidad necesita
formarse a lo largo de toda su vida, para enriquecer continuamente el don que de sí mismo ha hecho a Dios. La
fidelidad a la vocación cristiana exige una actitud de conversión permanente, ya que "revestirse de Cristo" (Cf.
Rom 13,14; Gl 3,27; Ef 4,24) es una tarea que nunca termina.
El mismo carisma del Fundador es una realidad espiritual y dinámica, entregada a los Hermanos y a los
miembros de las Fraternidades "para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y desarrollada en sintonía
con el Cuerpo de Cristo en crecimiento permanente" (MR 11). Por eso la formación permanente compromete
no sólo a cada persona en particular, sino a todas las comunidades y fraternidades y al Instituto en su conjunto.
La formación permanente es un proceso global, que afecta a toda la persona. "Es un proceso constante
de maduración, que abarca no solamente los valores espirituales, sino también todo aquello que contribuye
psicológica, cultural y sociológicamente a la plenitud de la personalidad humana" (EE 45).
La formación permanente posibilita la apertura a las situaciones nuevas de la Iglesia y del mundo,
ayuda al cambio de mentalidad y a la adaptación a las exigencias actuales de la vida cristiana para seguir siendo
un testimonio válido y poder cumplir su misión.
2. LOS OBJETIVOS DE LA FORMACIÓN PERMANENTE
1) Desarrollar el proyecto vocacional
El miembro de la Fraternidad vive en un proceso de crecimiento continuo y alcanza su plenitud
personal en la medida que desarrolla sus posibilidades humanas y espirituales. A lo largo de su vida va
haciendo fructificar sus cualidades, abriéndose a un proyecto de maduración personal y comunitario.
En las sucesivas etapas de su vida va acogiendo y desarrollando el don de la vocación. De esta manera
progresa en la fidelidad al amor del Padre, que lo llama a crecer en el Hijo por la acción del Espíritu Santo.
Vive este itinerario de maduración vocacional en una actitud de conversión permanente que lo mantiene
siempre abierto al don de la vocación.
Cada una de las etapas de la maduración personal, con sus características y finalidad propias, encierra
sus dificultades y posibilidades particulares, que exigen una respuesta personal y un programa formativo
adecuado.
"La vocación cristiana reclama un crecimiento dinámico y una fidelidad en las circunstancias concretas
de la existencia, lo cual exige una formación espiritual interiormente unificante, pero flexible y atenta a los
acontecimientos cotidianos de la vida personal y de la vida del mundo" (PI 67).
2) Facilitar el crecimiento comunitario
La formación permanente es una actitud de apertura al misterio familiar de Nazaret. Las Fraternidades
viven un proceso compartido de formación, que las hace progresar cada día en la fidelidad al proyecto común y
que, a la vez, permite a cada uno encontrar el ambiente adecuado para su propio crecimiento personal.
La formación permanente ayuda a la persona a vivir su integración y relaciones en el ámbito de su
familia, de su comunidad cristiana de pertenencia, en la Fraternidad Nazarena y en los demás grupos e
instituciones en los que se desarrolla su existencia.
3) Impulsar la fidelidad al carisma del Instituto
El carisma del Hermano Gabriel, continuado y desarrollado en la vida del Instituto, es un don del
Espíritu a la Iglesia. Es una realidad viva y dinámica que el Espíritu Santo impulsa y desarrolla a lo largo de la
historia.
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La fidelidad al carisma de nuestro Instituto exige una actitud de renovación permanente, que abra a
todos a la acción dinamizadora del Espíritu. Acoger el carisma supone una actitud de apertura espiritual y de
búsqueda constante que sepa "integrar la creatividad en la fidelidad" (PI 67).
El Hermano Gabriel vivió permanentemente en esta actitud de apertura y búsqueda espiritual.
Continuando la obra de su Fundador, Hermanos y miembros de las Fraternidades se abren a un proyecto de
formación continua que los hace crecer en la fidelidad al carisma fundacional.
Esto requiere "verificar constantemente la propia fidelidad al Señor, la docilidad al Espíritu, la atención
a las circunstancias y la visión cauta de los signos de los tiempos, la voluntad de inserción en la Iglesia, la
conciencia de la propia subordinación a la Jerarquía, la audacia en las iniciativas, la constancia en la entrega, la
humildad en sobrellevar los contratiempos" (MR 12).
4) Hacer posible la renovación del Instituto
La fidelidad a nuestro carisma, a las solicitudes de la Iglesia y a las necesidades del mundo, no es
posible sin una actitud de constante renovación. Una formación permanente siempre actualizada es expresión
de esta actitud y es un instrumento indispensable para hacerla crecer en el conjunto del Instituto.
Esta renovación continua mantiene viva la disposición para vivir en un estado de conversión
permanente, atentos a la Palabra de Dios, que nos llama a encarnar con ilusión cada día el Evangelio en nuestra
vida y a llevarlo a aquellos a los que somos enviados.
El Instituto, como lo hizo durante toda su vida el Hermano Gabriel, vive en actitud de discernimiento,
revisando constantemente su respuesta a la llamada de Dios, que le habla a través de la voz de la Iglesia y de los
signos de los tiempos.
La renovación del Instituto sólo es posible cuando cada Hermano y cada miembro de las Fraternidades
vive con generosidad este proceso de formación, poniendo a disposición sus propios dones personales, que ha
recibido del Espíritu "para enriquecer, desarrollar y rejuvenecer la vida del Instituto en su cohesión comunitaria
y en su testimonio de renovación" (MR 12).
5) Ser fieles a la misión
El seguimiento de Cristo "significa ponerse siempre en marcha, evitar la esclerotización y el
anquilosamiento, para ser capaz de dar un testimonio vivo y verdadero del Reino de Dios en este mundo" (PI
67). Por ello hay que estar siempre atentos a los signos de los tiempos, adaptándose a los cambios sociales en
orden a afrontar "los desafíos que representa el futuro de la fe cristiana en un mundo que cambia a una
velocidad acelerada" (PI 67).
El miembro de la Fraternidad vive una espiritualidad misionera que lo impulsa a abrirse con docilidad a
la acción del Espíritu para anunciar el Evangelio. Alimenta en sí mismo una actitud de constante renovación,
atento a la Palabra de Dios, a las llamadas de la Iglesia y a las necesidades de la sociedad.
Todos los miembros de las Fraternidades se preocupan por adaptarse adecuadamente, preparándose
para responder a los nuevos retos de la evangelización. Esto exige "una formación sólida y constantemente
actualizada, unidad de vida y de acción, comprensión de los nuevos modos de pensar, renovación de las formas
de apostolado" (C 120).
2. LAS ETAPAS DE LA FORMACIÓN PERMANENTE
"Estas etapas se deben entender de modo muy flexible. Conviene combinarlas concretamente con
aquellas que puede suscitar la iniciativa imprevisible del Espíritu Santo" (PI 70). A través de ellas la acción del
Espíritu Santo y la colaboración humana trazan un itinerario de crecimiento que lleva a la persona a madurar en
la fe, la esperanza y la caridad.
Este itinerario puede comportar también momentos de crisis que hay que saber interpretar como
llamadas a una renovación y profundización.
1) Las personas jóvenes adultas
a) Características
La duración de esta etapa de la formación permanente oscila entre los diez y los quince años,
coincidiendo normalmente con edades comprendidas entre los veinte y los treinta y cinco años. En ella se sitúa
normalmente la opción por un estado de vida en la sociedad y en la Iglesia.
Es el paso de la formación inicial a la primera experiencia de vida más autónoma. En este momento la
persona se incorpora plenamente a la vida profesional y eclesial, asumiendo una serie de responsabilidades
familiares y sociales para las que se ha ido preparando en la etapa anterior de su formación.
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En ella la persona joven adulta trata de vivir, de un modo particular, su realización personal por el
camino de la entrega generosa a la tarea profesional y a la construcción del Reino de Dios según las propias
cualidades y posibilidades.
Esta fase de la vida ofrece grandes posibilidades de maduración personal y encierra, a la vez, sus
propias dificultades. "Los primeros años de plena inserción en la actividad profesional representan una fase por
sí misma crítica, marcada por el paso de una vida guiada y tutelada a una situación de plena responsabilidad
operativa" (VC 70).
Es frecuente que en estos años la persona joven viva una cierta desorientación en su vida espiritual y
profesional. No siempre le es fácil confrontar con la realidad las experiencias formativas de los períodos
anteriores y adaptarse a las nuevas situaciones. Pueden surgir incluso desalientos y tensiones.
b) Objetivos de esta etapa:
- "descubrir una nueva manera de ser fiel a Dios" (PI 70), que suceda a los ideales y entusiasmos de los
comienzos y que ayude a la persona a entregarse con generosidad y con realismo al seguimiento de
Cristo y al servicio del Reino;
- unificar la vida espiritual y la acción, madurando en una espiritualidad que libere tanto de un activismo
como de un espiritualismo sin compromiso;
- crecer en la identificación con la propia vocación, viviendo equilibradamente los diferentes elementos
de la misma.
c) Medios de formación:
- encuentro diario con Cristo en la oración, en la eucaristía, en la meditación del Evangelio y en la
entrega a los demás, abriéndose con docilidad a la acción de su Espíritu;
- acompañamiento personal y dirección espiritual, que ayuden al joven a perseverar en su vocación
cristiana y a transformar las dificultades de esta etapa en oportunidades de crecimiento espiritual;
- encuentros periódicos de formación y revisión, organizados por el Instituto o por otras instituciones
eclesiales;
- momentos fuertes de reflexión y discernimiento cuando las dificultades en el camino vocacional sean
particularmente grandes;
- integración intensa en una comunidad cristiana y en la Fraternidad, en la que ocupen un lugar
importante los momentos dedicados a compartir la Palabra de Dios y las experiencias de vida;
2) La "mediana edad"
a) Características
Esta etapa se extiende a lo largo de los años sucesivos y llega hasta la edad de cuarenta y cinco años
aproximadamente.
Es la etapa de la vida en que se siente la necesidad de afirmarse en su entrega. Suele ser un período de
responsabilidad personal y de eficacia en las actividades.
El paso de los años puede hacer que se presente el riesgo de una vida de "rutina y de pérdida de todo
entusiasmo" (PI 70).
Al final de esta etapa, el fracaso o el cansancio, unidos a menudo a la debilitación de la vida interior,
pueden provocar una crisis vocacional, afectiva o existencial.
Es éste uno de los momentos en que la formación permanente debe asegurar a la persona una ayuda
eficaz para avanzar en el camino de la maduración vocacional y del crecimiento espiritual.
b) Objetivos de esta etapa:
- replantearse la propia vida desde el seguimiento de Cristo, purificando las motivaciones personales,
abriéndose a la acción del Espíritu y adentrándose sin miedo en una experiencia más profunda del
misterio pascual;
- avanzar en un proceso de aceptación de sí mismo y de liberación interior, abriéndose a los nuevos
caminos por los que el Espíritu Santo desea conducir a la persona;
- profundizar en el sentido de la propia vocación, revisando, "a la luz del Evangelio y de la inspiración
carismática, su opción originaria" (VC 70) y dando así "un nuevo empuje y nuevas motivaciones a la
decisión tomada en su día" (VC 70).
c) Medios de formación:
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- revitalización de la vida espiritual mediante la oración, avanzando en el camino de la experiencia del
Espíritu;
- actualización de la formación bíblica, teológica y espiritual, profundizando en el tema de la vocación;
- encuentro renovado con los orígenes carismáticos, a través de un acercamiento mayor a la persona del
Fundador y de la profundización en la espiritualidad nazarena;
- crecimiento en la responsabilidad personal, asumiendo la propia misión y purificándola de intereses
personales para buscar sólo la gloria de Dios;
- acompañamiento personal, dirección espiritual y otros tipos de ayuda especializada cuando sea
necesario;
- un período largo de interiorización que suponga un alto en el camino y una verdadera renovación
espiritual para, con una preparación del mismo que asegure sus frutos;
- revisión permanente de la propia actividad, vivida a la luz de las características propias del carisma y
de las llamadas de la Iglesia y del mundo de hoy.
3. Las personas adultas
a) Características
Esta etapa, que suele iniciarse en torno a los cuarenta y cinco o cincuenta años de edad, marca el
comienzo de lo que para la mayoría será el segundo período de su vida y el inicio del camino hacia la meta
final.
Frecuentemente se ha superado ya el apogeo de las capacidades físicas y empieza a aparecer un mayor
cansancio y dificultades con la salud.
Desde el punto de vista psicológico, suele darse una estabilidad en el trabajo, una fidelidad a los
principios asumidos y una mayor capacidad de respeto y aceptación de los demás.
Por una parte se inicia aquí un período de "crecimiento personal" (VC 70), marcado normalmente por
el equilibrio, la estabilidad interior y la integración comunitaria y social.
Pero, por otra parte, es frecuente que en esta época de la vida se presente "el peligro de un cierto
individualismo, acompañado a veces del temor de no estar adecuados a los tiempos, o de fenómenos de rigidez,
de cerrazón o de relajación" (VC 70).
b) Objetivos de esta etapa:
- abrirse, en actitud de conversión, a los planes de Dios sobre la propia vida, purificando algunos
aspectos de la personalidad y haciendo el ofrecimiento de sí "con mayor pureza y generosidad" (VC 70);
- renovar las motivaciones para las actividades de la propia misión en la Iglesia y en la sociedad,
entregándose a los demás "de manera más sosegada y discreta, a la vez que más transparente y rica de
gracia" (VC 70);
- realizar una actualización doctrinal y profesional, abriéndose a los cambios culturales y a las nuevas
orientaciones teológicas y pastorales, capacitándose para responder con renovada ilusión y eficacia.
c) Medios de formación:
- potenciación de la dimensión contemplativa de la vida cristiana, mediante la oración frecuente y
renovada y la búsqueda de momentos especialmente dedicados a la contemplación;
- renovación doctrinal y profesional, a través de la lectura, los encuentros formativos, cursos o cursillos
de actualización;
- participación en encuentros para comunicar y compartir la vida interior y las experiencias apostólicas,
organizados por la propia Fraternidad o por otros grupos o comunidades;
- interrupción de las actividades ordinarias durante un determinado período de interiorización y
renovación.
4. Las personas mayores
a) Características
Es la etapa en que la persona experimenta una serie de cambios físicos, psíquicos y sociales que lo van
apartando de la plena dedicación a las actividades. Frecuentemente se inicia con el cese de la actividad
profesional.
La disminución progresiva de algunas facultades personales, la presencia más frecuente de la
enfermedad y el alejamiento de la actividad, ponen a la persona ante una nueva situación llena de dificultades y,
al mismo tiempo, de posibilidades de maduración.
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La persona vive en estos momentos la experiencia del apóstol Pablo: "No perdemos el ánimo, no
desfallecemos, aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de
día en día" (II Cor 4,16).
Normalmente en esta etapa de la vida se prolongan las adquisiciones de la etapa precedente. Se recogen
algunos de los frutos de lo sembrado pacientemente con anterioridad. Se vive la serenidad y plenitud, o bien la
insatisfacción y malestar no superados.
En cualquier caso, en estos años de la vida, Dios llama a dejarse conducir por el Espíritu para
identificarse plenamente con la experiencia pascual de Cristo.
La comunidad Fraternidad acepta como una bendición de Dios la presencia de miembros mayores o
enfermos, porque son ejemplo de una fidelidad hecha vida y de una entrega de las propias fuerzas hasta el final.
Con su oración son un apoyo eficacísimo.
La actitud que tenga para con sus miembros más débiles permite a la Fraternidad darse cuenta de si es
verdaderamente una comunión de personas y si camina en la caridad" (C 186).
Por su parte "es oportuno que también las personas se preparen desde mucho antes a saber envejecer y
a prolongar el tiempo ´activo´, aprendiendo a descubrir su nuevo modo de construir comunidad y de colaborar
en la misión común" (VFC 68).
"Al final de una preparación que ha durado toda la vida, esta última es la etapa de la plenitud y de la
realización definitiva" (C 185). Y cuando por fin "llega el momento de unirse a la hora suprema de la pasión
del Señor, la persona sabe que el Padre está llevando a cumplimiento en ella el misterioso proceso de formación
iniciado tiempo atrás. La muerte será entonces esperada y preparada como acto de amor supremo y de entrega
total de sí mismo" (VC 70).
b) Objetivos de esta etapa:
- aceptar humildemente la propia realidad, con un espíritu de liberación interior y distanciamiento de las
cosas y actividades, para entregarse con docilidad a los planes de Dios;
- dejarse plasmar por la experiencia pascual, conformándose con Cristo crucificado, que cumple en todo
la voluntad del Padre y se abandona en sus manos hasta encomendarle el espíritu" (VC 70);
- abrirse a nuevas formas de apostolado, a través de la oración, de la aceptación de la cruz y de los
servicios comunitarios y apostólicos adaptados a las nuevas situaciones personales;
- vivir en la esperanza, preparándose para dar el "sí de la cruz, último paso de su conversión total al
Señor, que es vida y resurrección" (C 185).
c) Medios de formación:
- integración adecuada en la vida de la familia, de la fraternidad y de la comunidad cristiana donde las
personas mayores se sientan acogidas y valoradas y donde sean ayudadas a "vivir las respuestas que el
Señor les propone, animados y sostenidos por el amor fraterno en el gozo de la espera del Señor" (C
186);
- una mayor entrega a la vida de oración y contemplación, convirtiéndose en un estímulo para otras
personas más dedicados a la actividad e intercediendo ante el Señor por el Instituto, por la Iglesia y por
las necesidades del mundo;
- dedicación a nuevas actividades de servicio, adaptadas a las situación personal, en las que la persona
mayor se sienta útil y valorada;
- presencia en las actividades apostólicas que se desarrollan en su entorno
- apertura a la comunicación con los demás, dando testimonio de la acción de Dios en la propia vida y
aportando su sabiduría y experiencia.
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ANEXO
Palabras para un camino
Presentación
Como complemento de la Guía de Formación de las Fraternidades Nazarenas ofrecemos esta
pequeña colección de textos, oraciones y cantos recogidos en la tradición espiritual del Instituto de los
Hermanos de la Sagrada Familia. En ellos, y en las referencias que se indican en cada apartado, están las
fuentes principales de nuestra espiritualidad.
Los presentamos con toda sencillez a los laicos que se sientan llamados a compartir nuestro carisma,
confiando que el Espíritu Santo los guiará a encontrar las formas y formulaciones mejores para vivirlo en su
estado de vida.
Como es lógico, muchas expresiones en estos textos se refieren a la vida religiosa, ya desde el
principio el carisma dado por Dios al H. Gabriel Taborin se ha encarnado en ese estado de vida. Es
necesario, pues, un esfuerzo de discernimiento y una atención especial para trasladar las intuiciones
fundamentales al ambiente normal de la vida de los laicos, en la familia, en el trabajo, en la sociedad.
Hemos querido hacer una antología que recoge los textos fundamentales, pero queda abierta a otras
posibilidades en cada una de sus partes; de ahí las numerosas referencias que invitan a ampliarla.
No cabe duda que la sensibilidad de las diversas culturas y mentalidades donde viven los Hermanos
y quienes con ellos comparten el ideal de vida, llevará a incluir, junto a estas palabras, oraciones y cantos,
otros que expresen con matices nuevos el mismo espíritu de familia.
"Palabras para un camino"... Puedan ellas acompañarnos y guiarnos para ir juntos al hogar de
Nazaret, donde nos ha precedido, como profeta, el H. Gabriel y todos los que lo han seguido.
Palabras
1 En la Biblia
1. La vida en _azaret
Lc 2, 51-52
Dentro de su extrema brevedad, es el texto fundamental para la espiritualidad nazarena; nos ofrece
el dato histórico sobre la vida de Jesús con María y José. Entorno a este texto pueden situarse los capítulos
1 y 2 de los evangelios de Mateo y Lucas que narran los otros episodios de la infancia de Cristo.
“Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba en su interior el
recuerdo de todo aquello. Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres”.
2. La nueva familia de Jesús
Mc 3, 31-35
La adhesión a Jesús por la fe y el cumplimiento de la voluntad de Dios crean los lazos de una nueva familia.
”Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. tenía gente sentada alrededor, y le
dijeron:
-Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera
El les contestó:
-¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por los que estaban sentados en el corro, dijo:
-Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ése es hermano mío y hermana
y madre”.
3. El hijo de Dios asume la condición de vida humana
Flp 2, 5-11
La actitud de entrega llevó al Mesías Jesús a despojarse de su condición divina para asumir la condición
humana viviendo como cualquier hombre. Su vida en *azaret manifiesta ese aspecto progresivo y
prolongado de la encarnación.
“Entre vosotros tened la misma actitud del Mesías Jesús:
Él, a pesar de su condición divina,
no se aferró a su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
haciéndose uno de tantos.
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Así, presentándose como simple hombre,
se abajó, obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz.
Por eso Dios lo encumbró sobre todo
y le concedió el título que sobrepasa todo título;
de modo que a ese título de Jesús
toda rodilla se doble
-en el cielo, en la tierra, en el abismoy
toda boca proclame que Jesús, el Mesías, es Señor
para gloria de Dios Padre”.
4. Jesús, hermano nuestro
Heb 2, 10-18
La finalidad de la encarnación del Hijo de Dios es la redención del hombre. Su cercanía a nosotros y su
condición divina le hacen el mediador de la nueva alianza de Dios con todos los hombres.
“De hecho, convenía que Dios, fin del universo y creador de todo, proponiéndose conducir muchos
hijos a la gloria, al pionero de su salvación lo consumara por el sufrimiento, pues el consagrante y los
consagrados son todos del mismo linaje. Por esta razón no tiene él reparo en llamarlos hermanos, cuando
dice: «Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré», y en otro lugar: «En él pondré
yo mi confianza», y también: «Aquí estoy yo con los míos, los que Dios me ha dado.
Por eso, como los suyos tienen todos la misma carne y sangre, también él asumió una como la de
ellos, para con su muerte reducir a la impotencia al que tenía dominio sobre la muerte, es decir, al diablo y
liberar a todos los que, por medio de la muerte, pasaban la vida entera como esclavos; porque no es a los
ángeles, está claro, a los que él tiende la mano, sino a los hijos de Abrahán. Por eso tenía que parecerse en
todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fidedigno en lo que toca a Dios y expiar así los
pecados del pueblo. Pues por haber pasado él la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora la están
pasando”.
Referencias:
- Textos importantes de la Biblia son los que la Liturgia presenta en la fiesta de la Sagrada Familia (cfr. el
misal).
- Otra referencia bíblica y litúrgica importante es la colección de MISAS DE LA SAGRADA FAMILIA.
- Una presentación sistemática de los textos que se refieren a la Sagrada Familia en la Biblia, puede
encontrarse en el libro La Sagrada Familia en la Biblia, de Nuria Calduch.
- Para una meditación sobre los textos del Evangelio de cada domingo desde el misterio de Nazaret, véase
Hno. Teodoro Berzal, Volver a *azaret, apuntes de meditación, Ciclos A, B y C .
2. En las enseñanzas de la Iglesia
1. La Sagrada Familia modelo de las familias cristianas.
León XIII, Breve Apostólico *eminem Fugit
Recogiendo un amplio sentir de la Iglesia en su tiempo, el papa León XIII ve en la Sagrada Familia
el modelo de las familias cristianas y un fuerte estímulo para regenerar la sociedad. Este Breve Apostólico
es el documento fundacional de la Asociación Universal de la Sagrada Familia.
Nadie ignora que el bienestar de la persona y de la sociedad humana depende principalmente de la
familia. en efecto, cuanto más profundamente arraigue la virtud en el hogar y mejor sepan los padres formar
a sus hijos en los valores religiosos, por la palabra y el ejemplo, mayor será el provecho para el bien común.
Por consiguiente, es de suma importancia que la sociedad doméstica no sólo sea santa en su
institución sino que también sea regulada por leyes santas y se promueva siempre en ella con diligencia el
espíritu religioso y un estilo de vida cristiana.
De aquí que Dios misericordioso, al llevar a cabo la obra de la tan deseada redención humana, quiso
realizarla de tal manera que su comienzo fuera mostrar al mundo una Familia singular, divinamente
constituida, en la que todos los hombres pudiesen contemplar el modelo más acabado de sociedad doméstica,
de toda virtud y santidad. Tal fue precisamente aquella Familia de Nazaret en la que el Sol de justicia, Cristo
Jesús, Dios Salvador nuestro, antes de manifestarse al mundo en todo su esplendor, quiso permanecer oculto
con la Virgen María y su santísimo esposo José, que cumplía con Jesús el oficio de padre.
La gloria que en la vida de familia resulta del amor recíproco, de la ejemplaridad de vida y de la
piedad, resplandecía con suma perfección en aquella sagrada Familia, que estaba destinada para ser
enseñanza y modelo de estas virtudes domésticas para todas las demás familias. Así es que, por benigna
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disposición de la Providencia, apareció formada de tal manera que todo cristiano, cualesquiera que sean su
estado y condición, puede, al contemplarla, hallar fácilmente en ella inspiración y estímulo para la práctica
de todas las virtudes.
En efecto, para los padres, José es modelo preclaro de ciudadano y solicitud paternal; para las
madres, María, la Madre de Dios, es ideal sublime de amor, de modestia, de docilidad y de perfecta
fidelidad; para los hijos, Jesús, el Hijo de Dios, sujeto a María y a José, es modelo divino de obediencia
propuesto a su admiración, honra e imitación.
De esta Familia de estirpe real aprenderán las personas de noble linaje a guardar moderación en la
prosperidad y dignidad en la adversidad; los ricos a preferir las virtudes a las riquezas. A los obreros y a
todos los que, particularmente en nuestros días, sufren tan amargamente por la difícil situación de pobreza de
las familias, no faltarán motivos más de gozo que de aflicción por la situación en que se hallan, si consideran
atentamente la vida (pobre y sencilla) de aquella Santa Familia. Sus desvelos y preocupaciones por la vida de
cada día son las mismas de la Sagrada Familia: también José tuvo que proveer a las necesidades de la familia
con el fruto de su trabajo, y hasta las manos divinas de Jesús se ocuparon en trabajos manuales...
2. El ejemplo de _azaret
Pablo VI Alocución en *azaret 5-1-1964
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el
conocimiento del evangelio.
Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de
esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende
incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida.
Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quien es Cristo. aquí aprenderemos la
importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es
el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una
palabra, todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un
sentido.
Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las
enseñanzas del evangelio y ser discípulos de Cristo.
¡Cómo quiesiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret!
¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a
la más alta sabiduría de la verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de de continuar en esta casa el
estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida,
casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el
amor al silencio, ese admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos
aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna;
Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a
escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor
de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración
personal que sólo Dios ve.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la
familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e
irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano:
cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla
debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí,
bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo
no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan
hacia un fin más noble.
Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles el gran
modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.
3. Cristo, el hombre nuevo
Gaudium et Spes, 22
En Cristo el hombre descubre su propia identidad y la dignidad a la que ha sido llamado. Por su
encarnación se identificó en cierto modo con todos los hombres. (Cfr. Gaudium et Spes nº 32)
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En realidad, el misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del Verbo encarnado.
Adán el primer hombre, era, en efecto, figura del que había de venir, Cristo, el Señor.
Cristo, el nuevo Adán, en la revelación misma del misterio del Padre y de su amor, pone de
manifiesto plenamente al hombre ante sí mismo y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño,
por consiguiente, que las verdades que anteceden encuentren en él su fuente y alcancen su coronación.
«Imagen de Dios invisible» (Col 1,15), Él es el hombre perfecto que ha restaurado en la
descendencia de Adán la semejanza divina deformada desde el primer pecado. La naturaleza humana ha sido
en Él asumida, no absorbida; por lo mismo, también en nosotros ha sido elevada a dignidad sin igual. Y que
Él, Hijo de Dios, por su encarnación se identificó en cierto modo con todos los hombres: trabajó con manos
de hombre, reflexionó con inteligencia de hombre, actuó con voluntad humana y amó con humano corazón.
Nacido de la virgen María, es verdaderamente uno de nosotros, semejante en todo a nosotros, excepto en el
pecado.
4. La familia cristiana
Gaudium et Spes, 48
*aciendo y creciendo en una familia y restaurando el primigenio plan de Dios sobre el matrimonio, Cristo
ha conferido a la institución familiar una misión importantísima. el sacramento del matrimonio es signo del
amor de Cristo a su Iglesia.
...Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme que brota del divino manantial
de la caridad y que se constituye según el modelo de su unión con la Iglesia. Pues como Dios en otro tiempo
buscó a su pueblo con un pacto de amor y fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y esposo de la
Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por el sacramento del matrimonio. Permanece, además, con
ellos para que así como Él amó a su Iglesia y se entregó por ella, del mismo modo los esposos, por la mutua
entrega, se amen con perpetua fidelidad. El auténtico amor conyugal es asumido por el amor divino, y
gracias a la obra redentora de Cristo y a la acción salvífica de la Iglesia se rige y se enriquece para que los
esposos sean eficazmente conducidos hacia Dios y se vean ayudados y confortados en su sublime papel de
padre y madre. Por eso los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados para los deberes y
dignidad de su estado, gracias a ese sacramento particular; gracias al cual, si cumplen con su deber conyugal
y familiar penetrado por el espíritu de Cristo, con el que toda su vida está impregnada por la fe, esperanza y
caridad, se van acercando cada vez más hacia la propia perfección y mutua santificación y, por tanto,
conjuntamente, a la glorificación de Dios.
De ahí que cuando los padres preceden con su ejemplo y oración familiar, los hijos, e incluso cuantos
conviven en la misma familia, encuentran más fácilmente el camino de la humanidad, de la salvación y de la
santidad. Los esposos, adornados de la dignidad y del papel de la paternidad y maternidad, habrán de cumplir
entonces con diligencia su deber de educadores, sobre todo en el campo religioso, que a ellos principalmente
compete.
Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen a su modo a la santificación de los
padres, pues con el sentimiento de gratitud, con su amor filial y su confianza responderán a los beneficios de
los padres y los asistirán, como buenos hijos, en las adversidades, no menos que en la soledad de la vejez.
El estado de viudez, cuando se acepta con ánimo valiente como una continuidad del amor conyugal,
deberá ser honrado por todos. La familia compartirá generosamente con otras familias sus riquezas
espirituales; por consiguiente, la familia cristiana, al brotar del matrimonio, que es imagen y participación de
la unión amorosa entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la viva presencia del Salvador en el mundo, la
auténtica naturaleza de la Iglesia, ya sea con el amor de los esposos, con su generosa fecundidad, con su
unidad y fidelidad, ya sea también con la amable cooperación de todos los miembros.
5. Lo específico de la vocación de los laicos
Christifideles laici, 15:
La Exhortación Apostólica Christifideles laici sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el
mundo recoge la enseñanza actual de la Iglesia sobre quienes viven su bautismo en la condición laical, y
pretende suscitar su participación en la comunión y misión de la misma. Se trata de un documento de
excepcional importancia; los dos textos aquí recogidos son una invitación a tener en cuenta el documento
entero.
Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de
formas diversas. En particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de actuación y
de función, que, según el Concilio, «es propia y peculiar» de ellos. Tal modalidad se designa con la
expresión «índole secular» (L.G. 31).
29
En realidad el Concilio describe la condición secular de los fieles laicos indicándola, primero,
como el lugar en que les es dirigida la llamada de Dios: «Allí son llamados por Dios». Se trata de un «lugar»
que viene presentado en términos dinámicos: los fieles laicos «viven en el mundo, esto es, implicados en
todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar
y social, de la que su existencia se encuentra como entretejida» (L.G.31). Ellos son personas que viven la
vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales,
culturales, etc. El Concilio considera su condición no como un dato exterior y ambiental, sino como una
realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su significado (L. G. 48). Es más, afirma que «el
mismo Verbo encarnado quiso participar en la convivencia humana...Santificó los vínculos humanos, en
primer lugar los familiares, donde tienen su origen las relaciones sociales, sometiéndose voluntariamente a
las leyes de su patria. Quiso llevar la vida de un trabajador de su tiempo y de su región» (G. S. 32).
Referencias:
- Los documentos del Magisterio de la Iglesia más cercanos a la sensibilidad espiritual de los Hermanos de la
Sagrada Familia (exceptuando los que se refieren directamente a la vida religiosa) han sido durante el
período postconciliar:
Espiritualidad: Marialis cultus (1974); San Juan María Vianney, modelo de todos los sacerdotes (1986);
Redemptoris Mater (1987); La vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (1988);
Redemptoris Custos (1989).
Catequesis y evangelización: Directorio General de la Catequesis (1971); Evangelii nuntiandi (1975);
Catechesi Tradendae (1979); Familiaris Consortio (1981); Redemptoris missio (1991); Catecismo de la
Iglesia Católica (1992).
Educación cristiana: La escuela católica (1977); El laico, testigo de la fe en la escuela (1982); Carta de los
derechos de la familia (1983); Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica (1988). Las
personas consagradas y su misión en la escuela (2002).
- Junto a estos documentos de carácter universal, hay otros referidos a las distintas áreas geográficas que
tienen también su importancia.
En los escritos del H. Gabriel Taborin
1. La experiencia vocacional del Hno. Gabriel
Reseña histórica Texto completo en Circulares a los hermanos de la Sagrada Familia p. 364-365
La experiencia vocacional y las actividades de animador en su parroquia natal de Belleydoux fueron
determinantes en la vida del H. Gabriel. Su carisma de Fundador se delinea como transmisión de lo que él
había vivido personalmente desde muy joven.
Mis padres, a quienes profesaba el más tierno amor y que tanto me querían, me sacaron del pueblo
después de la primera comunión para llevarme primero al internado de Saint-Germain y después al seminario
menor de Châtillon, donde permanecí algunos años. Mis buenos padres, que amaban la religión y sus
ministros, y por quienes tuvieron siempre el mayor respeto, querían destinarme al sacerdocio. Yo mismo
tenía un gran deseo de abrazar el estado eclesiástico. Aquellas pequeñas capillas que yo mismo construía
para reunir a los niños de mi pueblo y celebrar algunas ceremonias infantiles, eran como un presagio de que
un día sería al menos destinado al servicio de Dios en la vida religiosa.
Asistí a algunas clases de latín con objeto de hacerme sacerdote; Ningún obstáculo se había
interpuesto, ni era previsible que se presentara, para que yo no fuera admitido a esa dignidad sublime que
eleva al sacerdote por encima de los ángeles y de los reyes. Pero la providencia divina tenía sobre mí otros
designios. La lectura de la vida de los santos, a la que me entregaba con asiduidad, me había comunicado una
fuerte inclinación por la vida religiosa, y sobre todo por aquel tipo de vida religiosa en el que uno se dedica
de modo especial a la educación de la juventud y a ornar los santos altares.
El estado religioso me parecía el más santo y aquél en el que la salvación es más fácil y más segura,
si uno es llamado a él. Pero quise tomarme un tiempo para examinar mi vocación. Cuando estaba en el
quinto curso y con gran disgusto de mis padres, abandoné los estudios de latín, que había emprendido con
objeto de ser sacerdote; Dios tenía otros designios.
Cuando llegué a los 16 años, fui elegido para llevar a cabo en mi parroquia la misión de maestro,
cantor y sacristán. Era una misión muy modesta en verdad. Pero a mí me encantaba de tal manera, que no la
hubiera cambiado por el cetro o la mitra. Esas mismas funciones debía continuarlas un día y enseñárselas a
otros, más como fruto de mi larga experiencia que de mi capacidad intelectual, que ha sido siempre
mediocre. Sin la ayuda divina, reconozco que yo no hubiera servido para nada.
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2. La Sagrada Familia patrona del Instituto.
Constituciones de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia (1836) art. I-III:
La regla de vida escrita por H. Gabriel cuando la Congregación comenzaba a tomar cuerpo en Belmont,
recoge perfectamente las intuiciones fundamentales de su carisma y, en los primeros artículos, señala a la
Sagrada Familia como punto de referencia de su espiritualidad. Con expresiones muy concretas se
establece también su relación con el misterio de la Trinidad.
Artículo I
La Sociedad de los Hermanos de la Sagrada Familia ha sido fundada para honrar a la Santísima
Trinidad. Para los asociados su fiesta será la segunda en importancia y rezarán cada día con respeto tres
veces el Gloria al Padre: por la mañana, a medio día y por la tarde. Además lo rezarán al finalizar todos sus
trabajos y sus ejercicios de piedad.
Para que sus acciones sean meritorias ante Dios, pensarán mientras las realizan, que las comienzan y
las terminan en el nombre y por la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, siguiendo aquellas palabras
de San Pablo: «Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo por la gloria de Dios"
Artículo II
La Sociedad de la Sagrada Familia ha sido también fundada para honrar las virtudes de Jesús, María
y José, y para atraerse su protección durante la vida y en la hora de la muerte.
Esta Sociedad llevará únicamente el nombre de Congregación de los Hermanos de la Sagrada
Familia y en ningún caso podrá unirse ni ser asociada a cualquier otra congregación u orden.
Los asociados celebrarán anualmente la fiesta de la Sagrada Familia el jueves antes de la octava de la
Natividad de la Virgen. Será la primera y principal fiesta en la casa más importante de la Sociedad y en las
otras casas autorizadas a tener capilla. La tarde anterior se cantarán las primeras vísperas de la Sagrada
Familia; el día de la fiesta, la santa misa y los demás oficios se celebrarán con la mayor solemnidad posible.
Ese día todos recibirán los sacramentos; Los asociados que no puedan estar en una de las casas en las que se
solemniza esta fiesta, se acercarán también a recibir los sacramentos e irán a misa en la parroquia en que se
encuentren.
Artículo III
La Sociedad no puede estar colocada bajo unos patronos más grandes, más santos y más poderosos
que Jesús, María y José. por lo tanto los Hermanos se considerarán dichosos de ser admitidos en la
Congregación de la Sagrada Familia.
Se esforzarán, pues, por atraer la protección de sus santos patronos por medio de la práctica de todas
las virtudes de las que ellos nos han dado ejemplo; sobre todo la caridad, la humildad, la castidad, la pobreza,
la paciencia y la obediencia.
Los Hermanos tomarán todos los medios para estar unidos, ya desde aquí, a sus santos protectores
por la oración y la meditación, para llegar un día junto a ellos a una eternidad feliz. Para ello rezarán con
toda devoción y con la mayor exactitud, en el momento indicado por las presentes constituciones, todas las
oraciones, lecturas y meditaciones.
3. La Sagrada Familia en la historia de la salvación
Circulares pp 50-51 y L'ange conducteur des pèlerins d'Ars pp. 395
Ofrecemos las dos versiones de este texto importante escrito por el H. Gabriel en el que invita a contemplar
y a vivir el misterio de *azaret. La primera de ellas está destinas a los Hermanos (Circulares) la segunda a
todos los cristianos (L'ange conducteur des pèlerins d'Ars.)
Si es cierto, queridos Hermanos, que «allí donde tengáis vuestro tesoro, tendréis el corazón» (Mt.
6,21), el corazón de un cristiano y especialmente el de un religioso de la Sagrada Familia debería estar a
menudo, mejor dicho, siempre, bajo el humilde techo de Nazaret, en medio de esta augusta Familia que
reúne en sí todas las virtudes divinas y humanas; Única familia en relación directa con el cielo, esta trinidad
de la tierra, como la llaman san Buenaventura y san Juan Damasceno, se presenta como objeto de nuestro
amor por muchas razones: Jesús es el nuevo Adán, María, la nueva Eva, y José, el guardián de esas dos
perlas preciosas; los tres son nuestro Tesoro, no busquemos otro en parte alguna; porque fuera de ellos no
encontraremos más que polvo, mentira y engaño. ¡Dichosos nosotros, Hermanos, ya que, por vocación,
hemos escogido ese tesoro! No lo perdamos nunca de vista. El enemigo de nuestra salvación nos lo
arrebatará enseguida, si nos alejamos de nuestros Patronos y protectores, ya sea por no practicar las virtudes
de las que ellos son preciosos modelos, ya por abandonar escandalosamente la Congregación que tiene el
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honor de llevar el nombre de esa augusta y santa Familia. A ella debemos tributar un culto especial y con
ese fin hemos establecido, de acuerdo con nuestro venerable y santo obispo, una fiesta que nos reúne cada
año en la sede de la Sociedad, lugar donde os habéis entregado al Señor.
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En el mundo se recuerdan los antepasados para gloriarse de ellos; la religión tampoco puede olvidar
los suyos. El buen cristiano acude con frecuencia, en espíritu de fe, bajo el humilde techo de Nazaret, donde
aun hoy encuentra en el seno de esta augusta Familia todas las virtudes divinas y humanas. En relación única
con el cielo, esta Trinidad de la tierra, como la llaman san Buenaventura y san Juan Damasceno, es objeto de
nuestro amor por sus encantos y beneficios; Jesús es el nuevo Adán, María, la nueva Eva, y José, el guardián
de estas perlas preciosas: los tres son nuestro tesoro, y forman la Sagrada Familia. Recurrid frecuentemente a
ese tesoro, ¡cuántos bienes podéis conseguir! Honrad a la Sagrada Familia por todos los medios posibles;
esforzaos por imitar sus virtudes, y estad seguros de que ella os ayudará y os pondrá bajo su protección.
4. La diversidad de vocaciones en la Iglesia
Chemin de la sactification pp. 220-221
La importancia de elegir bien el propio estado de vida y la fidelidad al don recibido son aspectos
importantes que hay que tener en cuenta para responder a la llamada universal a la santidad. Entre muchas
otras reflexiones útiles para la vida cristiana, el H. Gabriel habla de ellas en un libro destinado a las
escuelas, a las iglesias y a las familias.
Las vocaciones a las que se puede ser llamados por Dios son varias; en este capítulo trataremos
solamente del matrimonio, del estado eclesiástico y de la vida religiosa, que son las más sublimes y que
requieren la mayor reflexión por parte de quienes en ellas se comprometen, dado que uno se vincula por
lazos sagrados. Las órdenes mayores, en efecto, comprometen a los eclesiásticos de manera indisoluble,
como también el matrimonio, por la fuerza del sacramento, a los que abrazan ese estado de vida, e
igualmente los votos religiosos a los que desean alejarse del mundo y consagrarse a Dios en ese género de
vida.
En cada uno de los estados de vida hay gracias propias para cumplir los propios deberes y para
santificarse. Si una persona entra en el género de vida que el Señor le ha destinado, le será mucho más fácil
salvarse. Si por el contrario, sigue una vocación distinta a la que el Señor le llama habrá que temer por su
salvación. Hay quien puede salvarse en la guerra siguiendo la carrera militar, y se hubiera condenado tal vez
en el estado eclesiástico. Hay quien se ha condenado en la vida religiosa y hubiera podido salvarse en el
mundo. Y hay también quien se pierde en el matrimonio habiéndose podido salvar en el estado clerical o en
el claustro. Así pues, es de una gran importancia para vosotros, jóvenes, conocer la vocación y el género de
vida al que Dios os ha destinado y jamás abrazar, por cualquier motivo que sea, otra vocación que la que
hubierais deseado elegir a la hora de la muerte.
Para saber cuál es vuestra vocación, hay que tener santas intenciones, examinar las propias
cualidades, disposiciones e inclinaciones, pedir al Señor su luz con frecuentes y fervorosas oraciones y vivir
en su santo temor, porque la voluntad de Dios no se comunica a quien vive en el desorden. Hay que conocer
los peligros, las obligaciones y las cargas del estado de vida en el que uno se propone entrar; y, finalmente,
hay que aconsejarse con personas desinteresadas y entendidas, con su propia familia, con buenos amigos y,
sobre todo, con un confesor prudente que os conozca. ...
5. El sentido de las asociaciones de fieles en la Iglesia
Manuel des Confrères de Sainte Anne (prólogo)
La Iglesia ha reconocido siempre el derecho que tienen los fieles de agruparse en asociaciones para
ayudarse mutuamente en el camino de la vida cristiana y para promover iniciativas encaminadas a la
evangelización y a la solidaridad con los necesitados (cfr. canon 298). El H. Gabriel, en la introducción al
manual de la cofradía de Santa Ana, creada por iniciativa suya, explica el motivo profundo de estas
asociaciones. Puede constarse la similitud de conceptos con los expresados al hablar del "espíritu de
familia" .
El espíritu de la religión católica es un espíritu de unión y de caridad. Los primeros fieles en
Jerusalén tenían un corazón y un alma sola, dice San Lucas (Hech 4, 32). En todas las parroquias
verdaderamente cristianas se encuentran personas con esas santas disposiciones y se forman piadosas
asociaciones cuyos miembros se animan mutuamente en la práctica de la virtud y rezan fervorosamente los
unos por los otros, realizan además otras obras de misericordia de utilidad en esta vida y después de la
muerte.
32
Con este fin, hemos tenido la idea de instituir la Cofradía de Santa Ana. El elevado objetivo que se
propone es el de pedir insistentemente al Señor que preserve a sus miembros de todos los males de alma y de
cuerpo, que bendiga de una manera especial sus acciones y proyectos, y les conceda una santa muerte.
6. Señor, que sea tu obra y no la mía.
Testamento espiritual en Circulares p. 375-381
El H. Gabriel ha vertido en su testamento espiritual los más nobles sentimientos de su alma y ha consignado
en él sus más preciosos consejos, fruto de la sabiduría que da la fe y la experiencia de la vida. Con en
lenguaje de un padre que se despide de sus hijos, da sus últimas recomendaciones y nos transmite una de sus
más profundas experiencias espirituales: la oración por el Instituto (Cfr. *uevo Guía n. 531). Presentamos
un extracto de la última parte del Testamento. Se recomienda ver el texto completo del Testamento
espiritual del Hno. Gabriel.
Entrego a Dios y consagro a la santísima Virgen a los Hermanos de la Sagrada Familia, de los que el
Señor ha querido que sea el padre y Superior.
Dejo en herencia a esos dignos hijos, tan queridos todos para mí, el Guía de los Hermanos de la
Sagrada Familia con las reglas que Dios me ha inspirado para ellos. Les recomiendo que las practiquen con
gran fidelidad porque en ellas encontrarán la vida y la felicidad. Si se desviaran de las mismas, pronto
perderían el espíritu de su estado de vida y se expondrían también a perder su santa vocación. En ese caso, en
lugar de hacer el bien que con razón se espera de ellos, harían únicamente el mal y se perderían; ofenderían
además al Dios bondadoso que, como a mí, les ha colmado de gracias, sobre todo separándoles del mundo,
donde existen tantos peligros para la salvación....
Recomiendo a los Hermanos, por el amor e interés que siempre les he tenido, que se amen
mutuamente toda su vida y que se estimulen al bien unos a otros; Cuánto deseo, como he tenido ocasión de
expresar muchas veces, que se mantengan todos constantemente humildes, en estado de gracia y que amen y
estimen por encima de todo a Dios, a su Regla y a su Superior. Les recomiendo que estimen de manera
especial la pureza, la obediencia y la santa pobreza: que sean perseverantes en hacer el bien y en su santa
vocación; que sean pacientes en los sufrimientos de la vida y sepan soportarlos con resignación, a ejemplo de
nuestro divino Salvador...
Les recomiendo igualmente que tengan el mayor respeto a los ungidos del Señor y a quienes tengan
autoridad sobre ellos.
Les recomiendo finalmente que sean el apoyo fiel y constante de su santa Congregación, cumpliendo
su misión con piedad y celo, honrándola con su buen comportamiento y llevando por todas partes el buen
olor de Jesucristo...
Señor, ... escucha la oración que te dirijo por la querida Congregación que me has confiado y que yo
pongo ahora entre tus manos. Haz que sea tu obra y no la mía; protégela, cuida de ella en todos los tiempos y
en todos los lugares; no la abandones al poder de los enemigos; socórrela constantemente en sus necesidades
y haz que bajo tu mano protectora procure siempre tu gloria. Muéstrate propicio, Dios mío, a todos los
Hermanos y novicios de esta querida Sociedad; derrama sobre cada uno de ellos tus gracias abundantes;
aumenta en ellos la fe, la esperanza y la caridad; inspíralos un vivo horror al pecado y un sincero
arrepentimiento de cuantos hayan cometido...; haz que tengan en horror el vicio, que amen su vocación y
sean fieles a ella, que viviendo así se santifiquen y trabajen por santificar a los demás; hazlos a todos felices
en esta vida y en la otra...
Referencias:
- Una amplia lista de textos del H. Gabriel, referidos a los tres ámbitos de la espiritualidad nazarena (oración,
trabajo, amor), pueden encontrarse en los documentos del encuentro de la A.I.S.F. (Asociación Internacional
Sagrada Familia) celebrado en Roma en 1991.
- Dos biografías del Hno. Gabriel Taborin: Hno. Federico Bouvet, Vida del Reverendo Hermano Gabriel
Taborin Burgos 1988; Francisca Bouchard, El Hermano Gabriel Taborin Fundador de los Hermanos de la
Sagrada Familia (2004).
- Una bibliografía completa (hasta 1985) sobre el H. Gabriel Taborin se encuentra en la Positio.
- Para una introducción a los escritos del Hno. Gabriel Taborin, véase Hno. Teodoro Berzal Guía, camino,
ángel, tesoro... Los escritos del Hno. Gabriel Taborin, (2004).
3. En la tradición del Instituto
1 Las virtudes de _azaret
Hno. Amadeo DEPERNEX Circular del 20-12-1882
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Mirando a la Sagrada Familia podemos recubrir algunas actitudes fundamentales para el vivir cristiano
que caracterizan la espiritualidad nazarena. El H. Amadeo, con un lenguaje propio de su tiempo y
comentando la Regla del Instituto recientemente aprobada, presenta las que los Hermanos se han esforzado
por vivir a lo largo del tiempo para encarnar su carisma.
El patrocinio bajo el que estamos colocados y la finalidad que nos proponemos, nos dicen claramente
cuál es el espíritu que debe caracterizarnos: es el mismo que animaba a la Sagrada Familia de Nazaret. Todas
las virtudes fueron practicadas por esta familia verdaderamente santa, pero hay algunas que la caracterizaban
de una forma particular: esas son las que deben retener sobre todo nuestra atención.
Unión . - Lo que se admiraba en primer lugar en la Sagrada Familia era la perfecta unión existente
entre sus miembros, fruto de su amor recíproco. En ella jamás entró la división destructora ni la discusión
apasionada; jamás llegaron a los oídos palabras portadoras de sufrimiento o desatención. Nunca pudo verse
en esta Familia a dos de sus miembros asociarse en detrimento de la caridad o dejar de prestarse un servicio
cuando la ocasión se presentaba. ¡Oh santa comunidad de Jesús, María y José, por vuestra perfecta unión, sed
siempre el modelo de todas nuestras comunidades!...
Obediencia . - El espíritu de obediencia caracterizaba también a la Sagrada Familia. «Les estaba
sumiso», se dice de Jesús; por su parte, María estaba sometida a José, y José llevaba a cabo los mandatos que
recibía del cielo. Podemos aquí notar con admiración que era el menos digno, el menos perfecto, el menos
instruido el que mandaba, y, sin embargo, era perfectamente obedecido. Esta es la obediencia que debemos
encontrar en todas nuestras casas...
Humildad . - ¿Qué decir de la humildad de los miembros de la Sagrada Familia? No hay palabras
capaces de expresar la profunda humildad que practicó Jesús. Por eso pudo decir a sus discípulos: «Aprended
de mí que soy humilde de corazón», y con justicia pudo decir de él el apóstol: «Cristo se anonadó por
nosotros»; La humildad de María ha sido tanto más eminente cuanto sus prerrogativas la colocaban por
encima de toda criatura. Y ¿cómo no pudo ser profundamente humilde San José teniendo ante los ojos tan
sublimes modelos? En la Sagrada Familia la humildad se manifestaba en todas las cosas, y en modo
particular, en una admirable modestia; el espíritu de humildad la llevaba a permanecer oculta y desconocida
a los ojos del mundo, y privada de la gloria y honores que los hombres ambicionan. Este mismo espíritu debe
animarnos, queridos Hermanos. Si no lo tenemos, lamentémoslo y oremos hasta que lo hayamos conseguido.
Desprendimiento de las cosas . - José y María no pudieron apegarse excesivamente a las cosas de la
tierra teniendo con ellos a Jesús, el tesoro del cielo. Amemos nosotros también lo que amaba la Sagrada
Familia y dejemos de lado lo que ella desestimaba. El menor apego a las cosas de la tierra es peligroso y
puede llevarnos a la ruina espiritual. Mantengámonos libres con respecto a las cosas para buscar a Dios,
único bien verdadero.
Entrega . - No podemos concebir una abnegación y renuncia a sí mismo comparables a las de Jesús.
Abandonando todo lo que correspondía naturalmente a su humanidad, no buscó su propia gloria, al contrario,
se anonadó por nosotros y se sometió al sufrimiento y a una muerte cruel; María y José nunca buscaron sus
propios intereses, sino que se olvidaron enteramente de sí mismos por Jesús. En cambio nosotros, como
consecuencia del pecado original, estamos llevados a preocuparnos de nosotros mismos y a buscar ante todo
nuestro interés...
Tales son los ejemplos que nos han dado nuestros Santos patronos; ese es el espíritu que debe animar
a un Hermano de la Sagrada Familia.
2. La vida oculta de Jesús en _azaret
Hno. Amadeo DEPERNEX, Mes de la Sagrada Familia, día 17
El Mes de la Sagrada Familia publicado por el H. Amadeo en 1897 se compone de una serie de 32
meditaciones y va seguido de los estatutos de la Asociación Universal de las familias consagradas a la
Sagrada Familia, creada por León XIII, y de la misa de la Sagrada Familia. Está destinado a las familias y
pretende, siguiendo el deseo del papa, llevarlas a imitar los ejemplos de Jesús, María y José en *azaret.
Consideremos a la luz de la fe cuál era la vida íntima de sea augusta Familia. ¡Qué paz, qué unión
reinaba en ella! Todos los pensamientos, sentimientos, esfuerzos de María y de José convergían hacia Jesús.
Este, por su parte, recompensaba su afectuosa solicitud dándoles sin cesar tiernos testimonios de amor filial y
derramando en su corazón los tesoros infinitos de sus gracias.
Asistamos espiritualmente a sus conversaciones ¡Qué agradable y recíproca confianza en su trato!
¡Qué alegría grave y profunda a la vez en las inefables efusiones de cada día!
Sigámosles luego en sus ocupaciones; el trabajo no les disipa, su espíritu no pierde nunca el recuerdo
de la presencia de Dios. Jesús ofrece constantemente a su Padre, por nuestra redención, todos los
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sufrimientos que afligen a su alma y a su cuerpo. María y José miran a Jesús o piensan en Él, y uniéndose
a la divina víctima, se ofrecen también en holocausto por la salvación del mundo.
¡Qué diremos de su oración! ¡Cuánto fervor en esos corazones ardientes y, por lo tanto, cuánta
eficacia! Hasta el fin de los siglos, todos los hombres podrán ir sacando, sin agotarlos, los tesoros infinitos de
gracias obtenidas por las oraciones de esta Trinidad terrestre.
Nunca admiraremos ni meditaremos bastante las virtudes de que nos da la Sagrada Familia tan
perfecto ejemplo; pero no nos contentemos con eso: pidamos la gracia de imitarla según nuestras fuerzas.
Los progresos de Jesús en edad, en sabiduría y en gracia, ante Dios y ante los hombres, nos enseñan
el camino que hemos de seguir en la perfección. Sea toda nuestra ambición el crecer siempre en Cristo Jesús,
o propiamente hablando, el hacerle crecer siempre en nuestras almas, ya que dice el Apocalipsis: «Que el
justo se justifique más y que aquél que es santo aumente el grado de su santidad».
Bien sabemos además que en el camino de la perfección quien no adelanta, retrocede; que Dios lanza
lejos de sí a las almas tibias; que san Pablo corría incesantemente hacia el término de su carrera, para
alcanzar el premio de felicidad al que nos ha llamado el Señor Jesús; Bien sabemos, por fin, que en este
mundo todas las criaturas principian, progresan y fenecen, obedeciendo todas ciegamente a las leyes que les
fueron impuestas. Al hombre tan sólo le ha sido concedido el crecer libre y el elevarse a una perfección sin
límites, perfección sublime que nos exige Jesucristo con estas palabras: «Sed perfectos, como es perfecto
vuestro padre celestial». Y, ¿cómo podremos crecer si no hacemos incesantes progresos? ¿Cómo llegaremos
a la cima de la perfección, si apenas podemos franquear los grados inferiores?
3. En _azaret se oraba, se trabajaba y se amaba
Texto completo en l’Entretien Familial n. 12 (1930) p. 69-76
Desde el feliz día en que esas palabras fueron pronunciadas por un sacerdote de Belley, que
predicaba en la capilla de la Casa Madre, se han convertido en la expresión clave de los Hermanos de la
Sagrada Familia: es la expresión de su ideal.
Pareció como si el Espíritu Santo en persona, que era él mismo el espíritu de Nazaret, la hubiera
inspirado.
El Rvdo. Hno. Amadeo las escuchó con exultación, las saboreó maravillado, las recogió con respeto
y las transmitió a toda la Congregación como si fueran la esencia misma de la Regla, como la palabra clave
venida de Nazaret.
Se podría decir de esas palabras lo que dice San Bernardo del santo nombre de Jesús: “Son miel para
la boca, melodía para el oído, júbilo para el corazón”. Exhalan un perfume celestial y una armonía
penetrante.
Son tres palabras pero hay que entenderlas como las entiende Dios mismo, en la unidad de una única
palabra.
Se oraba, se trabajaba y se amaba; pero hay que entender que se oraba en el trabajo y en el amor; que
se trabajaba en el amor y en la oración, que se amaba en la oración y en el trabajo.
4. Cómo leer todo el Evangelio a la luz del misterio de _azaret
Hno. Esteban BAFFERT Circulaires et Conférences (1934) pp 101-102
Pero, preguntará alguno, cómo podemos meditar la vida oculta de Jesús en Nazaret y su vida de
familia si no tenemos detalles sobre ella, si los evangelios son tan parcos o casi mudos en este punto. La
respuesta es esta: los treinta años de vida oculta de Jesús pueden meditarse sirviéndose del evangelio entero.
Para estudiar, comprender y gustar los treinta años de vida oculta basta proyectar sobre ellos la luz de cada
una de las verdades expresadas en el mensaje de los evangelios. Las verdades del evangelio escrito son como
otros tantos reflectores que iluminan los oscuros años del evangelio vivido.
Pongamos un ejemplo. Jesús dice en el evangelio: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Apliquemos esas palabras a la infancia del Salvador, a su obediencia, a su silencio, a su trabajo oscuro y
penoso, a sus relaciones de sumisión, respeto y ternura con María y José. Podemos contemplar para ello un
cuadro de la Sagrada Familia que represente a Jesús cumpliendo con sus deberes de respeto, afecto y
obediencia hacia María y José. Oigamos, mientras nuestros ojos están fijos en la imagen a Jesús, que nos
dice: «Mira, hijo, cómo me comporté con mi padre y mi madre, mira cómo los amo, los respeto y obedezco.
Hago esto para mostrarte el camino y ya sabes que mi ejemplo es el único camino de salvación. Todo
hombre y todo religioso que quiera ponerse en oposición a tu Superior está fuera del camino y de la verdad y,
si lo sigues, caerás como él en el precipicio. Mi ejemplo de amor y obediencia da la vida a los que me siguen.
Quienes desean obrar de otro modo encuentran la muerte».
Basta un poco de reflexión para comprender que este método puede ser fecundo y que nos descubrirá
muchas maravillas en un campo que a primera vista podría parecer desierto.
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El resultado de la proyección de la luz del evangelio sobre la vida oculta del Salvador es algo que
puede sorprender al principio pero que la reflexión puede ayudar a comprender. El Jesús de la vida de familia
y del taller de Nazaret es el mismo que predicaba en Cafarnaún y a las orillas del lago de Tiberíades. Ahora
bien, Jesús no pudo predicar una doctrina distinta de lo que había vivido en Nazaret. Hay una identidad entre
su comportamiento y su doctrina. Su doctrina debió ser la mejor explicación de su vida, y de modo particular
de esa parte más oscura de su vida, la que vivió en Nazaret, que el Espíritu Santo parece haber querido dejar
que descifren las personas destinadas a estudiarla y conocerla como son los Hermanos de la Sagrada Familia.
Meditemos, pues, la vida oculta de Nazaret a la luz del evangelio; aprendamos en ella, como santa
Teresa del Niño Jesús, el espíritu de familia en el estilo de vida de la familia más santa que haya existido.
4. El cuadro oficial del Instituto
Hno. Esteban Baffert, El cuadro de la Sagrada Familia. Texto completo en l’Entretien Familial n.22 (1935)
pp. 95-99
Desde hace muchos años, todos nosotros hemos visto muchos cuadros que representan a la Sagrada
Familia. sin embargo se dejaba sentir la necesidad de elegir uno que respondiera al ideal que pretendemos al
honrar a la Sagrada Familia para colocarlo en todas nuestras casas.
La comisión encargada de redactar el Directorio fue del parecer que nuestro cuadro oficial de la
Sagrada familia debía expresar lo mejor posible el lema: “En *azaret, se oraba, se trabajaba y se amaba”
Sólo faltaba encontrar en las reproducciones artísticas o en la imaginería religiosa, una obra que respondiera
a ese deseo...
Nos hemos decidido, sin embargo, por una Sagrada Familia que trabaja, pero ejerciendo su actividad
en una atmósfera de oración y de amor. La virtud más elevada es la caridad, y la oración es la más hermosa
expresión de la caridad. Pero el trabajo es el aspecto más accesible a nuestra naturaleza humana y, al mismo
tiempo que ocupa la mayor parte del tiempo de nuestra vida, es una de las formas de la oración y un gran
acto de caridad.
Miremos el cuadro. A primera vista tenemos a la Sagrada Familia en el trabajo. San José está en el
banco de carpintero. María, sentada frente a él, tiene su labor sobre las rodillas. Está cosiendo. la mano que
tiene la aguja se ha detenido un momento. La Madre contempla la obediencia de su hijo Jesús quien, llamado
por José, acaba de tomar un martillo y un trozo de madera, y ahora escucha las órdenes que le da su padre.
La mano de María ha quedado detenida un instante. Es esa precisamente la imagen de se su interior,
de su alma totalmente pendiente de los movimientos del cuerpo y del espíritu de su Hijo, el cual, habiendo
bajado desde la diestra del Padre, obedece a una humilde criatura. Se diría que el movimiento del niño
arrastra tras sí el alma amante de la madre.
En verdad, esta manera de expresar el amor, es para el alma religiosa más profunda y penetrante que
la de una común sonrisa, un beso o una caricia.
En el rostro de José no aparece la expresión del amor. Manifiesta mas bien el respeto que profesa al
Dios que se ha colocado bajo su autoridad.
Pero el amor de María y de José y su unión en Jesús han sido expresadas de una manera muy
expresiva por la cercanía y disposición de las personas en el cuadro. Fijémonos cómo María ha acercado su
taburete hasta las cercanías del banco de trabajo de su esposo. Ha dejado únicamente un pequeño espacio que
Jesús acaba de llenar con su persona divinamente atrayente. Jesús aparece como el lazo de unión entre los
dos santos esposos, al mismo tiempo que los une por las miradas, del cuerpo y del alma, centradas en él.
Las tres personas están unidas por el solo acto de obediencia de Jesús, a quien José manda y a quien
María admira.
Pero Jesús, que es el lazo de unión en el cuadro, es también la figura que expresa más directamente
la oración. Su oído escucha lo que san José, su padre de la tierra, le manda, pero su mirada se eleva
claramente hacia su Padre del cielo que es quien manda a través de san José.
María no olvida ni por un instante esa relación divina de su Hijo con el Padre celestial, y es
precisamente la maravilla interior que experimenta al ver a ese Dios tan grande obedecer con tanta humildad,
lo que tiene su mirada pendiente de los movimientos de su Hijo.
San José, aunque es quien manda, no pierde de vista que su hijo, aprendiz en el taller, lleva en sí
mismo la luz de Dios. Por eso, a pesar de que manda a su hijo, tiene una mirada sumisa ante la sabiduría de
su Creador, en una actitud de oración, de homenaje, de adoración.
Así pues, la oración el amor y el trabajo estan representados en nuestro cuadro. El trabajo es el más
evidente, pero lo que más aparece es la obediencia de Jesús, es decir, la expresión de las palabras del
Evangelio: “Vivió bajo su autoridad”
6. El origen y fundamento de nuestra fraternidad
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Hno. Esteban BAFFERT, Circulaires et conférences 1938, pp. 399-400
Hemos constatado la realidad de nuestra incorporación a Cristo, como él mismo nos lo enseña en la
comparación de la vid y los sarmientos. Esa misma enseñanza será después expuesta por el príncipe de los
apóstoles: «Nosotros somos, dice, piedras vivas del templo de Jesucristo», y san Pablo nos enseña que «la
iglesia es el cuerpo de Cristo, que Jesucristo es la cabeza de ese cuerpo y que nosotros somos los miembros».
¿Puede existir una fraternidad más íntima que la existente entre los miembros del mismo cuerpo?
Con el fin de comprender y de estimar más esta incorporación a Jesucristo y esta fraternidad tan feliz
y gloriosa con el divino Salvador, con los cristianos y de modo especial con nuestros Hermanos,
preguntémonos cuál es el origen y la historia de esta incorporación.
La causa de nuestra comunión con Cristo está en el amor de Dios por los hombres. «Dios ha tanto
amado al mundo que le ha dado a su Hijo único» (Jn 3,16). Desde el momento de la caída, Dios había
prometido el redentor y había decidido reconciliar todas las cosas consigo mismo mediante Cristo. ¿Cómo
pudo el Padre dar su hijo al mundo, siendo el Hijo igual a él en todo? ¿Cómo pudo el Hijo obedecer siendo
igual al Padre? La obediencia de Cristo al Padre, dado que se trata de la obediencia de una persona divina a
otra persona divina, tiene evidentemente un carácter especial. El Verbo no obedece por sumisión a una
autoridad superior, puesto que es igual en todo al padre; el Padre no manda en virtud de un poder sobre su
Hijo, puesto que el Hijo no es inferior en nada al Padre. pero hay una misma causa que mueve al Padre a
mandar y al Hijo a someterse: es el amor; ¿Qué amor? El amor eterno y recíproco del Padre al Hijo y de éste
al Padre, es decir, el Espíritu Santo...
Si el Hijo de Dios no se hubiera hecho hombre, podemos preguntarnos si nosotros hubiéramos
podido, de manera propia y real, haber llegado a ser hijos de Dios y hermanos de Dios, de la mima manera
que lo somos como consecuencia de la encarnación. Bossuet responde así: «Para hacernos hijos de Dios, fue
necesario que su Hijo único se hiciera hombre. Es mediante el Hijo único de Dios como nosotros debíamos
recibir el Epíritu de adopción. Esta nueva filiación que hemos recibido, sólo ha podido ser una consecuencia
y una participación de la filiación divina, natural y verdadera». Por medio de la encarnación, la divinidad se
ha unido a la naturaleza humana y ha hecho al hombre, del algún modo hermano de Dios...
7. Hermano, bendice a Dios que te ha dado la existencia
Prólogo de las Constituciones de los Hermanos de la Sagrada Familia (1986)
«La espiritualidad de los Hermanos se desprende de la totalidad de su Regla en cuanto expresión de su
carisma» (Cons. 7).Para captar dicha espiritualidad habría, pues, que leer toda la Regla de los Hermanos.
Un buen resumen lo tenemos, sin embargo, en el prólogo de la misma. Ha sido escrito de forma sencilla y
directa, hablando al «tú» de la persona, para invitarle a caminar hacia el ideal que se le propone y para
introducirle en el diálogo con Quien le invita.
Hermano, bendice a Dios que te ha dado la existencia
y te ha llamado a la vida cristiana
y a la vida consagrada en el Instituto
de los Hermanos de la Sagrada Familia.
Tu vocación es un don precioso para la Iglesia.
Sea tu alegría el amor del Padre que ha mirado tu pequeñez
y ha querido que participes en su plenitud de amor trinitario
por la imitación del hogar de Nazaret.
Hermano, ama a tu Congregación.
Recuerda que en la humilde casa de Nazaret
encontrarás la sabiduría que te guiará en la vida.
En las dificultades no te separes de Jesús, María y José.
Contémplalos como familia, tu familia, ámalos y confía en ellos.
Que su humildad profunda, su sencillez,
su confianza en el plan de Dios, su caridad llenen tu vida.
No busques notoriedad o distinción
ni en la Iglesia ni en el mundo.
Ama a cada uno de tus Hermanos
y a cuantos ponga Dios en tu camino
con sencillez, alegría y humildad.
Por tu consagración Cristo te ha hecho testigo
del amor del Padre a los hombres.
En diálogo íntimo con Dios y con tus hermanos
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eres en el mundo germen de unidad entre los hombres,
signo de la Iglesia que prolonga en el tiempo
el misterio de la Salvación.
Hermano, la Iglesia peregrina se reconoce en ti
y ve en tu donación una «prenda»
de la presencia transformadora del Espíritu.
En tu amor consagrado por el voto de castidad la Iglesia descubre
y sabe que vive la caridad cristiana
que es amor total a Dios y a los hombres.
En tu pobreza consagrada por voto la Iglesia descubre
y sabe que vive anticipadamente, en confiada certeza,
el goce de los bienes futuros.
En tu obediencia consagrada por voto la Iglesia descubre
y sabe que vive su adhesión a la voluntad salvadora del Padre
que prolonga la misión de Cristo.
de ahí que tu vida debe manifestar
las características del amor salvífico de Dios
que la iglesia lleva a todos los hombres.
Tú, Hermano, signo de la vida trinitaria y de la Iglesia,
vives en comunidad.
Así haces presente hoy la voluntad del Padre
que quiere que formemos una sola familia en Jesús, su Hijo,
animada por el espíritu de comunión.
Tu vida religiosa no es mera unión de personas
sino comunión de espíritus.
Tus Hermanos son un don del Padre: cuídalos, ámalos.
También ellos te consideran a ti como don del Padre.
Ante el Padre eres responsable de tus hermanos;
Que tu alegría sea su alegría.
Comparte sus penas, su ideal y sus esfuerzos.
No los induzcas al mal.
Se una presencia continua de paz en medio de ellos.
Ábrete a ellos y ellos se abrirán a ti.
En el crisol del diálogo
los valores del pasado, del presente y del futuro
adquieren un aspecto familiar y atrayente.
El Hermano Gabriel permanece entre nosotros:
te corresponde asegurar su presencia, realizar y transmitir su mensaje
multiplicar sus discípulos
por medio de tu vida de fe, esperanza y caridad,
tu diálogo constante con Dios, tu paciencia en las pruebas,
tu entrega total y desinteresada, tu devoción a Jesús, María y José.
Esfuérzate por alcanzar la plenitud humana que te permita
ser veraz sin dureza, darte sin egoísmo,
aceptarte y aceptar a tu Hermano como es.
Entonces serás comprensivo con quien se equivoca
y vivirás el amor que es don de sí, descubrimiento y respeto del otro,
búsqueda de la verdad y de la unión.
Alcanza una madurez religiosa que fundamente tu vida
en la verdad de unas motivaciones profundas y auténticas,
que haga de Dios el centro de sus perspectivas,
porque Dios ha de ser incondicionalmente
el primero en ser servido y amado.
Esta doble madurez te hace hermanos de todos.
Se hace para ti ternura y firmeza, cordura y entusiasmo.
Que tu amor no admita exclusivismos: todos son hermanos tuyos
Entrégales tu vida:
con ellos sufres; con ellos caminas; con ellos amas.
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Ama mucho a los Hermanos que el Señor pone a tu lado.
Piensa en ellos más que en ti.
Vive prioritariamente esa disponibilidad con los más pequeños,
los inexpertos, los débiles, los enfermos, los que sufren.
Que sientan muy cercana tu presencia fraternal.
Haz el bien a todos con tu riqueza humana y religiosa.
Hermano, comparte el carisma de tu Fundador
por tu dinamismo apostólico.
Vive de nuevo la experiencia del Hermano Gabriel
mostrándote sensible a las necesidades de tu época y de tu Iglesia.
Como hermano y como amigo, educa y guía a los jóvenes
con tu presencia permanente y cercana.
Por la catequesis y las celebraciones litúrgicas,
abre el camino que lleva al misterio de Dios
y les inicia en su experiencia.
Esfuérzate para que el hombre nuevo nazca en cada corazón,
como lo hicieron María y José consagrando su vida a Jesús.
Que la liturgia, tu respeto al clero, tu entrega al trabajo,
manifiesten claramente tu fe.
Que tu amabilidad hacia los fieles,
tu servicio desinteresado, tu piedad profunda, se ajusten al modelo
que ofrece el joven Gabriel en Belleydoux.
Sé constante en tu elección de Dios;
Aunque haya temores, peligros y apatías en tu vocación,
que jamás se de en ella la cobardía.
Sé sincero.
Que no haya segundas intenciones en tu donación libre y total.
Lleva a cabo en ti una conversión permanente
con la aceptación auténtica de la cruz
sin la que no puede haber resurrección.
La cruz es parte integrante del plan redentor de Dios sobre ti.
Vive hasta el fondo la muerte total.
De este modo mostrarás tu resurrección
por la paz, la alegría, la fraternidad.
Hermano, tu vida es una palabra, tu ser una oración.
Que tu acción y tus palabras
marchen en convergencia hacia el encuentro diario
con Quien te ha escogido y amado.
En el vivo encuentro de cada día déjate transformar por Cristo,
comida y bebida de tu existencia.
No pongas ningún obstáculo.
Vive intensamente el deseo
del encuentro esperado más allá del tiempo,
aguardándole fielmente.
De este modo tu vida hará digno de crédito el amor de Dios.
La reflexión postconciliar ha llevado a los Hermanos hacia formulaciones actualizadas de la espiritualidad
del Instituto que respetan de una parte el núcleo esencial de las vivencias del pasado e intentan de otra
adecuarse a las líneas de pensamiento de la Iglesia de hoy. La referencia a la Sagrada Escritura y a la
teología conciliar son un camino obligado.
8. La Sagrada Familia: nuestro punto de referencia
Hno. Lino DA CAMPO, Circular sobre la presencia de la Sagrada Familia en la formación del Hermano,
1988. Texto completo en En camino hacia *azaret, pp. 86-88
Un simple «recuerdo» no traza un itinerario espiritual. Puede, sin embargo, marcarlo el «hacer
memoria» de Cristo, que vivió treinta años en la humilde casa de Nazaret con María y José.
Hacer memoria quiere decir proponernos un ideal que nos precede en el tiempo y nos guía hacia el
futuro; Y sabemos que sin un ideal difícilmente se lleva a cabo un itinerario significativo en la vida.
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Cuando ponemos a la Sagrada Familia como punto de referencia fundamental, queremos decir
que el vivir en familia de J.M.J. debe ser el motivo, el modelo, el sostén y la expresión del vivir del
Hermano. Queremos decir que compartimos con María y José la sabiduría que se aprende viviendo
constantemente con Cristo, el Verbo de Dios, la Palabra que da vida y que está presente creando familia.
En otras palabras, el HSF debe «hacer experiencia de la Sagrada Familia». Y hacer experiencia
quiere decir:
- tener una percepción consciente y madura en la reflexión, de quién es la Sagrada Familia y de qué
puesto ocupa en la propia vida.
- llegar a que nuestro sentir, pensar, querer y las demás expresiones de la vida estén en relación vital
con la Sagrada Familia, de manera que aparezcan fundamentalmente influenciadas y caracterizadas
por ella.
- alcanzar una unión íntima y activa con ella, un convivir en recíproca presencia.
- sentirse partícipe del misterio de salvación que, iniciado en Nazaret, continúa hoy en la Iglesia y en
el mundo.
A esta experiencia se llega poco a poco y es como el fruto de un camino de maduración espiritual.
9. Características nazarenas del misterio de la salvación
H. Lino DA CAMPO, El misterio de *azaret en el pasado y en el presente del Instituto de los Hermanos de
la Sagrada Familia , 1989. Texto completo en En camino hacia *azaret pp.122-124.
La vida de Jesús en Nazaret con María y José, vista a la luz de la resurrección y partiendo del hoy de
la Iglesia, nos revela algunos aspectos del misterio de la salvación y subraya algunas actitudes cristianas que
caracterizan al HSF.
Hay dos aspectos del misterio de la salvación que destacan sobre todo en Nazaret y que permiten una
lectura de todo el evangelio a partir del misterio de Nazaret:
1º) La bajada de Jesús a Nazaret y la sumisión a la autoridad de sus padres durante el largo período
de la infancia y juventud son un paso más en el proceso de encarnación del Verbo.
Nazaret hace resaltar el aspecto permanente, duradero de la encarnación. La encarnación no es un
hecho puntual, sino un proceso que comienza en el seno de María, es acogido por José y llega hasta la cruz,
para prolongarse después de otra forma en la visibilidad de la Iglesia y en los sacramentos.
El largo período de Nazaret subraya de manera admirable la voluntad de acercamiento de Dios al
hombre, que comienza en el jardín del Edén y culmina con la venida de Cristo, quien «con su encarnación se
ha unido, en cierto modo, a cada hombre» (G.S.22).
Durante el período de Nazaret, Jesús continúa haciéndose hombre al asumir una cultura, una lengua
y las demás características de una sociedad bien concreta. Aparece así muy clara la ley de la encarnación:
Dios quiere salvar al hombre haciéndose hombre y Dios continúa salvando al hombre a través del hombre.
La asunción de todo lo humano, excepto el pecado, es instrumento de salvación y de anuncio del evangelio.
2º) Dios salva a los hombres formando un pueblo, una comunidad. «Quiso, sin embargo el Señor
santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituir un pueblo que le
conociera y le sirviera santamente» (L.G. 9).
Jesús «bajó con ellos (María y José) a Nazaret» (Lc 2,51). La familia de Nazaret, elegida por Dios
para dar su hijo al mundo, vive así una larga experiencia de vida en común. Esta experiencia nos revela
intuitivamente la metodología de la salvación: Dios, que es comunidad de amor, crea al hombre, hombre y
mujer, elige un pueblo, y en la plenitud de los tiempos, establece una comunidad que «es en Cristo un
sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano»
(L.G.1).
A la luz de la historia de la salvación, la familia de Jesús, María y José recoge toda la experiencia de
Israel y aparece como la primera realización de ese pueblo «reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo» (S. Cipriano citado en L.G.4).
El misterio de Cristo no es algo que permanece anclado en el pasado, sino que tiene su cumplimiento
en el hoy de la Iglesia. A través de la liturgia, de la oración y de todas las manifestaciones de la vida
cristiana, el misterio se cumple en nosotros.
Al poner el misterio de Nazaret como punto central de nuestra espiritualidad, deseamos descubrir no
sólo lo que en él se nos ha revelado, sino sobre todo vivir en la fe lo que allí se vivió.
Nazaret nos enseña así algunas dimensiones esenciales de la vida cristiana:
- la nueva familia de Jesús no se funda en los lazos de la carne y de la sangre, sino en la fidelidad a la palabra
de Dios.
- antes de proclamar el evangelio hay que vivirlo, hacer que la Palabra tome cuerpo y madure en nosotros;
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- la comunidad se construye en lo cotidiano, con la colaboración de todos, en una ambiente ordinario,
sencillo, normal.
- la humildad, la sencillez, la obediencia, la unión y la entrega que vemos en Nazaret, serán también las
características de cada comunidad y de cada Hermano.
- mirando a Nazaret, aprendemos también como se construye la Iglesia y una sociedad más humana y justa.
Nuestra perspectiva final es la construcción de la gran familia de los hijos de Dios, donde «Dios lo será todo
en todos» (ICo 15,28).
10. Una asociación para compartir la espiritualidad
Hno. Teodoro BERZAL. De la integración a la corresponsabilidad. Texto completo en Ser Hermanos hoy:
un proyecto de Instituto, p. 127.
En 1989 se había tomado esta decisión sobre los laicos: “El Capítulo General constata el interés que
algunos grupos de laicos tienen por nuestra espiritualidad. Reconoce en este hecho un don del Espíritu Santo y
un signo de los tiempos. El Capítulo pide a la Administración General que favorezca este movimiento y piense
en darlo una estructura cuando parezca oportuno”. Y el Proyecto de vida del Instituto proponía : “Compartir
nuestra espiritualidad con otras personas (laicos y sacerdotes) y enriquecernos con sus aportaciones”.
Atendiendo a esas indicaciones, el Superior general estableció el día 8-1-1993 la Asociación de fieles
Fraternidades Nazarenas y publicó un proyecto de estatutos. Como se dice en el art. 1 de dichos Estatutos, la
Asociación responde a dos movimientos convergentes: “ a) de la irradiación del carisma taboriniano
efectuada por los Hermanos; b) de la sensibilidad espiritual de algunos laicos que, al entrar en contacto con
el carisma del Hno; Gabriel, han visto en él un camino seguro, accesible y actual para vivir la propia
vocación a la santidad siguiendo la escuela de Nazaret”.
La Asociación es una oferta seria para las personas que desean hacer el camino de la vida cristiana
inspirándose en la espiritualidad nazarena del Instituto.
Para los Hermanos ha supuesto un paso importante de reflexión sobre la identidad del laico cristiano
desde el punto de vista del carisma taboriniano y a la luz de la Christifideles Laici y sobre la espiritualidad
nazarena para poderla compartir.
Como ustedes saben, la Asociación está dando sus primeros pasos: se ha publicado una antología de
textos para la formación de sus miembros, se han constituido un cierto número de fraternidades en Italia,
Argentina, España, se están dando pasos para constituirlas también en otros países, se han celebrado
encuentros (alguno de carácter formativo compartido entre laicos y Hermanos).
Es un comienzo que puede tener un futuro prometedor. Hay que tener en cuenta que también para
los Hermanos la creación de esta Asociación ha sido una novedad ya que el Instituto no tenía, como otros,
una tradición de miembros asociados laicos o similares. Por eso hemos tenido que entender nosotros mismos
de qué se trataba para poder ofrecer nuestra colaboración, entendiendo de todos modos que la
responsabilidad principal debe quedar en manos de los laicos.
Podemos decir que nuestro Instituto se sitúa entre aquellos que “han llegado a la convicción de que
su carisma puede ser compartido con los laicos “ (Vita consecrata, 54) y aceptamos con gusto las
orientaciones que la Iglesia nos da sobre este tema: “Estos nuevos caminos de comunión y de colaboración
merecen ser alentados por diversos motivos. En efecto de ello se podrá derivar ante todo una irradiación
activa de la espiritualidad más allá de las fronteras del Instituto, que contará con nuevas energías, asegurando
así a la Iglesia la continuidad de algunas de sus formas más típicas de servicio. Otra consecuencia positiva
podrá consistir también en aunar esfuerzos entre personas consagradas y laicos en orden a la misión:
movidos por el ejemplo de santidad de las personas consagradas, los laicos serán introducidos en la
experiencia directa del espíritu de los consejos evangélicos y animados a vivir y testimoniar el espíritu de las
Bienaventuranzas para transformar el mundo según el corazón de Dios. No es raro que la participación de
los laicos lleve a descubrir inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos del carisma, suscitando
una interpretación más espiritual, e impulsando a encontrar válidas indicaciones para nuevos dinamismos
apostólicos. Cualquiera que sea la actividad o el ministerio que ejerzan, las personas consagradas recordarán
por tanto su deber de ser ante todos guías expertas de vida espiritual, y cultivarán en esta perspectiva “el
talento más precioso: el espíritu” . A su vez, los laicos ofrecerán a las familias religiosas la rica aportación de
su secularidad y de su servicio específico” (Vita Consecrata, 55)
11. Una relectura de nuestra espiritualidad
Hno. Enzo BIEMMI En *azaret se oraba, se trabajaba y se amaba: una relectura de nuestra espiritualidad.
Texto completo en l’Entretien Familial n. 172, 1996.
Nuestra tradición nos ha entregado un patrimonio de devociones, de oraciones, de “virtudes” (las
pequeñas virtudes nazarenas) que sería imprudente eliminar como si fuera cosa inútil. Pero sería también
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ilusorio creer que bastaría restaurar su práctica (después de años de olvido) para salvaguardar nuestra
“espiritualidad nazarena”. La invocación a la Sagrada Familia, la memoria del lunes, las letanías y otras
prácticas de piedad son sólo como una cáscara vacía, si no descubrimos la vida que las ha engendrado.
Leyendo los documentos que hemos producido en el Instituto los últimos años, da la impresión que hemos
evitado la pérdida de las tradiciones, pero que no hemos sabido aún reinterpretarlas y revitalizarlas. Por otra
parte los documentos no son más que un espejo de lo que hacemos.
En esta tarea de “refundación” de nuestra espiritualidad debe quedar claro un punto: en sentido
propio no hay más que una espiritualidad, la de ser disponibles a la acción del Espíritu Santo que nos
transforma a imagen de Cristo y nos lleva hacia el Padre. Las otras “espiritualidades” ( de las Iglesias
particulares, de los movimientos, de las congregaciones religiosas....) son sólo variantes de la experiencia
cristiana común, son modalidades experimentadas y reconocidas por la Iglesia aptas para llevarnos al que es
el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). El riesgo de acentuar demasiado una espiritualidad particular es el
de confundir el medio con el fin, y perder de vista lo que es común, siempre más amplio que lo específico.
Teniendo esto presente se puede trazar un itinerario metodológico correcto que nos permita dar
nueva vida a nuestra tradición y a su patrimonio espiritual.
Fundar nuevamente nuestra espiritualidad nazarena significa en primer lugar unirla al misterio de Jesucristo,
es decir enraizarla en la Escritura, que es la puerta privilegiada de encuentro con el Verbo que se ha hecho
carne ( fundamento cristológico). En la Escritura podemos subrayar la lectura de los evangelios de la infancia
de Jesús, o mejor aún leer todo el evangelio a partir de la perspectiva dada por los evangelios de la infancia.
A partir del misterio de Jesucristo podemos ir hacia la vida misma de Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo, en la medida que nos viene dado por la Escritura y por la reflexión de la Iglesia. Anclar nuestra
espiritualidad en la vida trinitaria misma es dale un fundamento teológico. El Hno. Gabriel nos invita
implícitamente a hacerlo cuando ponen en relación las dos trinidades: la Trinidad divina y la trinidad
humana ( la Sagrada Familia).
Puesto que nuestra espiritualidad es nazareno-taboriniana, necesitamos tener en cuenta la vida y los
escritos del Hno Gabriel Taborin para descubrir la “tonalidad” con la que él la ha vivido y confiado a los
Hermanos. Es el fundamento carismático de nuestra espiritualidad. Finalmente tenemos que volver sobre
nosotros mismos para vivir nuestra espiritualidad en una forma “culturalmente habitable”, es decir, en
armonía con nuestras culturas y con las iglesias de nuestros países (actualización).
12 . El espíritu de cuerpo y de familia
Hno. Teodoro BERZAL Circular a los Hermanos de la Sagrada Familia con motivo del jubileo del año
2000. Texto completo en Ser Hermanos hoy: un proyecto de Instituto p. 61
“Espíritu de cuerpo…”
Es la primera expresión que el Hno. Gabriel encontró para indicar el “espíritu propio del Instituto”.
Él lo veía como amor recíproco entre los Hermanos motivado por la fe, “por Dios y en Dios, es decir, como
“espíritu de comunidad” ( *uevo Guía 603) que lleva a compartirlo todo. Esta comunión fraterna es la forma
que toma la Iglesia plasmada por la Eucaristía, aun en sus realizaciones más pequeñas, ya desde los
comienzos: “Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el
partir el pan y en las oraciones” (Hech 2, 42).
El Espíritu Santo siendo ya en la Trinidad el mismo Amor en el Uno y en el Otro (en el Padre y en el
Hijo) y luego en cada uno de los fieles, es el vínculo de la comunión. El Espíritu actúa siempre, aun cuando
no lo vemos, como el viento (Cf. Jn 3, 8), y tiende a tomar cuerpo y a dar unidad de vida a personas,
organismos, instituciones. Aun en lo más duro de la materia y del corazón del hombre, Él continúa su obra.
Nuestra laicidad consagrada recoge todo el peso y toda la belleza de la corporeidad y de la
secularidad para vivificarlas y unificarlas con el poder transformador de la resurrección (C. 25). En la
Eucaristía y en la vida nuestro “culto espiritual” consiste en ofrecernos a nosotros mismos en unión con
Cristo. ( Cf. Rom. 12, 1-2)
“… y de familia”
Sólo al final de su vida el Hno. Gabriel habló de “espíritu de familia”. Se inspiró para hacerlo en una
circular del Superior General de los Hermanos de San Gabriel. Ese texto le sirvió para explicitar lo que él
mismo venía madurando. He aquí su testimonio: “He leído con mucha atención su preciosa circular sobre el
espíritu de familia. Sin tener su ciencia ni su elocuencia, yo mismo había hablado a nuestros Hermanos de
este tema hace algunos años en las reuniones del retiro y su circular me ha llevado a hacerlo de nuevo en la
que acabo de dirigirles y que amistosamente le envío, insistiendo en la necesidad del espíritu de familia sin el
que una Comunidad no puede sostenerse” (Carta al Hno. Eugenio María, del 15 07 1864).
42
Los significados de “espíritu de familia” y “espíritu de cuerpo” coinciden en gran parte, de manera
que nuestra tradición congregacional prácticamente los ha unificado en favor del primero, quizá porque la
expresión “espíritu de familia” tiene una tonalidad a la vez más fuerte y más íntima, mayor calor humano y
una referencia inmediata a la Sagrada Familia. El Hno. Gabriel intuyó certeramente su origen en Dios “que
es la caridad misma” y describió algunas de sus manifestaciones comunitarias y personales. La tradición del
Instituto lo vinculó fuertemente a la Sagrada Familia de Nazaret y en los últimos tiempos se han afianzado
sus bases humanas y sociales potenciando su dinamismo no sólo en nuestras comunidades sino también en
los ambientes donde ellas viven.
En la actualidad y de cara al futuro, los Institutos religiosos estamos invitados a una “fidelidad
creativa”, “a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de nuestros fundadores como
respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy” (Vita Consecrata, 37). Debemos, pues,
recoger el compromiso que nuestras Constituciones nos presentan así: “Fieles a este patrimonio espiritual,
los Hermanos de hoy se comprometen a profundizarlo cada día más” (art. 10).
13. El contacto personal con el Hno. Gabriel Taborin
Hno. Teodoro BERZAL, en l’Entretien Familial n. 188 (2004)
"Somos personas en la medida que somos capaces de relacionarnos con los demás. El hombre en
efecto, es consciente de sí mismo en la medida que es capaz del encuentro amoroso con el otro. Ahora bien,
el encuentro sólo es provechoso para nosotros si descubrimos al prójimo en toda su historia, Si no es como si
viéramos su fotografía (y peor aún si vemos sólo el negativo) (K. Rahner).
Este principio fundamental de la antropología puede aplicarse también a la vida espiritual.
Prescindiendo de otras consideraciones de tipo general queremos subrayar aquí cómo el contacto personal
con el Hermano Gabriel no es solamente el punto clave para autentificar todas las otras realizaciones a las
que acabamos de hacer alusión, sino también un motivo vital de crecimiento y maduración en la vocación
H.S.F.
Más allá de cualquier conceptualización, el carisma, que define nuestra pertenencia al Instituto es
una vocación semejante a la del Fundador. Esta hermandad radica en la vocación, es la que nos pone de
inmediato en contacto con él en el plano de la gracia y en los dones de Dios. Se comprende así fácilmente
cómo nuestro diálogo existencial con él está fundado en el Señor, autor de su llamada y de nuestra llamada.
La madurez se adquiere en un proceso de unificación de todas las componentes de la persona. Ahora
bien, el carisma de la vocación no es una dimensión más de la persona, sino aquella realidad entorno a la
cual se agrupan y armonizan las otras componentes para adquirir un sentido. De ahí la importancia no sólo
del proceso inicial del discernimiento de la vocación, sino también de la fidelidad a la llamada de Dios.
En este proceso de crecimiento y de fidelidad es donde cobra toda su importancia la relación con
alguien que, en lo esencial, ha recorrido ya nuestro camino. Para el Hermano de la Sagrada Familia, al lado
de la definición de su vida expresada en las Constituciones, es imprescindible la presencia de las personas
que, con su fidelidad a la palabra de Dios, han vivido la misma vida que él vive. Y entre ellas está,
naturalmente, en primer lugar el Hermano Gabriel que la vivió en su forma originaria.
El contacto personal con el Fundador no es, pues, un añadido o un aspecto marginal en el proceso de
crecimiento del HSF ni en la construcción de la comunidad en cuanto realidad vital en la que se mueve, se
sitúa más bien en el centro mismo de ese proceso como factor de unificación y de identificación.
Referencias:
- El texto fundamental para conocer la espiritualidad del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia es
su Regla de vida (Constituciones y Directorio General)
- Los principales documentos del Instituto en la época postconciliar están recogidos, por sexenios, en la serie
Documentos del Instituto.
- Pueden verse también algunos artículos en l'Entretien Familial (revista oficial del Instituto).
- Algunos libros pueden ayudar en la meditación del misterio de Nazaret, como Con la Sagrada Familia,
Hno. Francisco Cabrerizo, Il Vangelo della Santa Famiglia Queriniana, Brescia (2006).
- La serie de las Actas de los Congresos Internacionales sobre la Sagrada Familia (a partir de 1992) contienen
un gran número textos sobre la exégesis, la historia, la espiritualidad y la pastoral de temas referidos a la
Sagrada Familia.
- En el Comentario a las Constituciones de los Hermanos de la Sagrada Familia (2002), se encuentran
desarrollados muchos temas referidos a la espiritualidad, al carisma y a la misión del Instituto.
Aprobado por el Consejo General
En la reunión del 14-19 de mayo de 2007
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INDICE
Presentación
Capítulo I. EL SIG_IFICADO DE LA FORMACIÓ_
1. Los objetivos de la formación
2. Las dimensiones de la formación
3. Los agentes de la formación
4. Los modelos vivos de identificación
5. Los dinamismos y procesos de la formación
6. Los principios y criterios de formación
Capítulo II - EL PERIODO I_ICIAL
1. Características de este periodo
2. Los objetivos
3. Los procesos
Capítulo III EL PERIODO DEL COMPROMISO
1. Características de la etapa previa al compromiso
2. Los objetivos
3. Los procesos de formación
4. La celebración del compromiso
5. Características de la etapa que sigue al primer compromiso.
6. Los objetivos
7. Los procesos de formación
Capítulo IV. LA FORMACIÓ_ PERMA_E_TE
1. Naturaleza de la formación permanente
2. Los objetivos de la formación permanente
3. Las etapas de la formación permanente
ANEXO
Presentación
Palabras
1. En la Biblia
2. En las enseñanzas de la Iglesia
5. En los escritos del H. Gabriel Taborin
6. En la tradición del Instituto

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